lunes 25 noviembre 2024
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II Domingo de Cuaresma: “La Transfiguración de Jesús”

El segundo domingo de Cuaresma cada año supone un pequeño respiro en las exigencias del camino cuaresmal. Tras las primeras y exigentes “curvas” del mismo, se nos recuerda uno de los hechos configuradores de la existencia y ministerio de Jesús, y de aquellos tres discípulos que siempre van a ser los testigos de los momentos más importantes de la vida y el ministerio del Maestro.

Como sabéis, esos acompañantes son Pedro, Santiago y Juan.El hecho del que nos va a hablar el evangelio este domingo es la Transfiguración de Jesús sobre el monte Tabor. En el punto más alto de llanura de Galilea se va a producir un hecho que “descoloca” a los discípulos. Han subido allí con Jesús, y de pronto van a venir a acompañarlo y a que se cumplan las escrituras hebreas, las dos mayores figuras del Antiguo Testamento. Cuando ellos hablan de la “Ley y los Profetas” los personifican en los dos hombres que no murieron, que fueron arrebatados al cielo. Nos referimos a Moisés y a Elías. Y ellos dos, decían las tradiciones de Israel, tendrían que volver al mundo para presentar al Mesías. Aunque no fue del todo así.

Ellos volvieron y estuvieron con Jesús sobre aquel monte. Pero quien nos va hacer su presentación “oficial” será de nuevo la voz del cielo que dice: Este es mi Hijo, el amado, mi predilecto. Escuchadle.El bueno de Pedro, como casi siempre, es el primero en reaccionar. El pescador de Galilea se asusta al contemplar la escena, y le propone a Jesús que lo que hay que hacer es poner tres tiendas, para que Jesús y sus dos importantes acompañantes se queden con ellos en la tranquilidad de aquel lugar idílico.Máxime cuando lo último que Jesús había dicho antes de subir a aquella montaña era como iba a ser el final de su vida, su condena a muerte en cruz en Jerusalén. Para aliviar su turbación, les muestra su gloria en la cumbre del Tabor.

Porque para los cristianos, siempre la cruz es el camino que termina en la gloria.Para preparar los momentos difíciles del camino, Jesús nos regala esos momentos luminosos, que en el fondo deben servirnos para recordar el amor «primero», el amor de verdad en medio de los momentos de desolación que a veces llenan nuestra vida. Le ocurrió a Jesús con sus discípulos. Pero nos ocurre también a nosotros.Sabemos que la vida no es un camino fácil y libre de problemas. Y en algunas ocasiones necesitamos que en nuestro corazón haya testimonio de ese amor que dé sentido a nuestra vida. Para alentarnos a caminar. Para refugiarnos en ellos en el momento que nos toque afrontar las «noches oscuras» del alma, por las que antes  o después todos pasamos.Actualizar ese amor necesita vivir con la memoria agradecida de todo ese amor que Dios nos demuestra, de todos esos momentos que han llenado de sentido nuestra vida cristiana. Igual que quien tiene un encuentro con el Señor cambia su vida para siempre, quien ha tenido esa experiencia, la misma vive para siempre en su memoria.

Como los enamorados nunca pueden olvidar su primer beso o su primera caricia, o como no podemos olvidar el momento de decir hasta siempre o «hasta el cielo» a un ser querido, del mismo modo, ocurre con esos momentos «fuerte» del alma.Ojalá seamos capaces de pone sosiego en nuestra vida de fe, para que el Señor se haga presente en nuestra vida con todo su amor, para que como Pedro también digamos que bien se está aquí, hagamos tres tiendas. Y sobre todo para reconocer a ese Hijo de Dios, y sobre todo, como pedía la voz del Padre, para escucharlo.Hermosas tareas para todos en este tiempo de Cuaresma.

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