Ha dejado de estar entre nosotros una buena persona, un buen comunicador que, fiel a la función propia de los seres humanos que es la de comunicarnos a través de lo único que nos es propio, el lenguaje, lo supo utilizar con creces y bien hasta la saciedad. Se trata de nuestro querido Ángel Guerrero Fernández. Muy poco tiempo le ha faltado para vivir, algo que deseaba y ansiaba como ninguno, los cien primeros años de existencia de su amado Semanario. Parece que desde otra vida, a alguien le interesaba que redactase y organizase, desde allí, este evento.
Decía Amado Nervo: “Siempre que haya un vacío en la vida llénalo de amor”. Ángel fue el hombre de cuatro grandes amores: El de su querida y amada familia: Era un hombre profundamente enamorado de su familia. Adoraba a sus padres y hermanos que siempre los recordaba en sus aniversarios. Sentía veneración por su mujer, sus hijos y nietos.
El de su Virgen del Socorro: Religioso donde los haya, siempre llevaba en su pensamiento y en su vida a su amada Virgen, su Reina del Portichuelo, como la solía llamar y, como buen practicante de su confesión religiosa, y, ¡cómo no!, de su Santa Eufemia.
El del Semanario “El Sol de Antequera”: He conocido, en mis ya muchos años en Antequera, a varios Directores de este prestigioso Semanario y, sin menospreciar a ninguno porque cada uno aportó todo lo necesario para que este Decano de la prensa malagueña diese a conocer por doquier los principales acontecimientos de la vida de nuestra ciudad.
El de su Antequera natal: La palabra “Antequeranismo” que hizo famoso otro amigo, Juan Manuel Moreno García, bien podríamos aplicársela a nuestro amigo Ángel. Siempre pregonó a Antequera, divulgó sus encantos, exaltó a sus gentes, supo colocar a todos los antequeranos ilustres, sin olvidarse de ninguno, en su sitio y ponderó como, se merece, la Historia y el Arte de nuestra ciudad.
Una persona así, no es posible que muera, que deje de estar entre nosotros. Podrá no estarlo físicamente, pero su espíritu y su obra, seguirán para siempre entre nosotros. Su buena dicción y su carácter comunicativo permanecerán entre nosotros para siempre. Habrá que aplicarle a él las palabras de Rabindranath Tagore: “Cuando mi voz calle con la muerte. Mi corazón te seguirá hablando”. Así lo deseamos, amigo Ángel. Descansa en paz. Te echaremos mucho de menos. Un abrazo.