Publicó SUR (3/3/13) un artículo de José Andrés Torres Mora, titulado «La patria de la democracia» en el que, al hilo de unas declaraciones de un general en la reserva, matizaba los conceptos de patriota y nacionalista. El militar, pensando en el Ejército ante una eventual secesión de Cataluña, se despachó con lo siguiente: «La patria es anterior y más importante que la democracia. El patriotismo es un sentimiento, y la Constitución no es más que una ley».
Golpista o no, al privilegiar lo natural (el sentimiento) sobre lo que «no es más que…» una convención (la ley) separó tanto el corazón de la cabeza, como lo haría el más cerril independentista. De ahí la recomendación que le hace el autor, la lectura de un libro de Mauricio Viroli titulado «Por amor a la patria», que dice cosas como estas: «para los patriotas, el valor principal es la república (en el sentido de comunidad política) y la forma de vida libre que esta permite; para los nacionalistas, los valores primordiales son la unidad espiritual y cultural del pueblo». Y como ya sabemos qué ocurre cuando se echa gasolina al espíritu de los Pueblos, lo prudente, viene a decir, es conservar la cabeza fría y los pies en su sitio.
¿Qué se puede decir de un Estado Autonómico que centrifuga la comunidad (con la anuencia del PSC o del Fiscal Superior de Cataluña) y pone al personal con la cabeza caliente y el corazón «partío»? De ahí que el Sr. Torres Mora concluya su artículo con este ruego: «Por favor, ya que no parece que seamos capaces de evitar la pasión, evitemos la pasión equivocada».Uno está de acuerdo sólo a medias: es equivocado el culto idolátrico a la butifarra (propio de la catequesis separatista); pero, no toda pasión es evitable: ¿quién le dijo al general que el marco racional de la convivencia entre los diferentes… no sea el suelo patrio del corazón «compartío»? (sigue).