¡Qué cuesta arriba se hace entender una guerra en pleno siglo XXI! ¡Qué difícil encontrar sentido a que las personas se sigan matando unas a otras por odios o venganzas de épocas pasadas! ¡Que inasumible, incomprensible e intolerante tener que seguir viendo la masacre de los judíos con los palestinos en la franja de Gaza! Los gobernantes tienen que pararlo, pero no todo vale.
A todos aquellos que conocemos la historia más allá de la lectura de un manual de texto, de la audición de un podcast o de la información de uno de esos miles de blogs que embaucan a analfabetos y distorsionan la realidad a los irredentos, se nos abren las carnes cuando día tras día vemos como el Estado judío está llevando a cabo un genocidio encubierto bajo una defensa justificada.
Nadie, ninguna persona cuerda en sus cabales, va a aplaudir o defender el ataque de Hamás a Israel del pasado 7 de octubre. Ahora bien, desde finales del siglo XVIII, desde el desarrollo de la Ilustración, considero que se sentaron las bases de una sociedad más racional, más empírica y, sobre todo más coherente. Una sociedad que debería haber tirado siempre de las sinergias en los despachos para así acabar con la producción en cadena de actos casi de exterminio de una población con otra ante cámaras y redes sociales que ponen sobre el tapete la crueldad del supuesto animal más racional. ¡Qué engaño de vida llegado este punto! Pues eso, no ha sido así. A la invasión rusa en Ucrania, las dificultades del Sahel, la cuestión migratoria, la tensión entre EE UU y algunos frentes asiáticos vienen a sumarse ahora los ataques de Hamás contra la población israelí y la respuesta brutal de los judíos. El mundo hace aguas por todos lados y cuando esto ocurre debemos estar atentos, tal vez salga algún iluminati que quiera reconducir la sociedad. ¡Fíjense bien en el rostro del candidato argentino Milei! Habla por sí solo.
Los judíos deberían reflexionar y saber que no pueden olvidar tan pronto lo que con ellos hicieron los nazis. En pleno siglo XXI, el de la globalización económica más agresiva, el del brutal desarrollo tecnológico y el de la reafirmación de un nuevo espacio político, las tres religiones monoteístas siguen enfrentadas. Perdida la tolerancia religiosa solo nos queda pensar que EE UU sea capaz de hipnotizar a los israelís para que despierten de un sueño que los tiene desatados. Un envenenamiento moral hacia el pueblo islámico bien puede saldarse en estos momentos con otra gran catástrofe que ponga en alerta máxima a nivel mundial a todas las defensas.
Los israelitas desde su reconocimiento como Estado debieran haber fortalecido que no podemos estar aplicando alimañas de épocas medievales como el poner en práctica el que a hierro mata a hierro muere. La declaración de Antonio Guterres es toda una expresión de coherencia humana pues pide un alto el fuego y el cese de las brutales hostilidades que se ha saldado con una nueva tensión de la diplomacia. Pero eso no toca, la historia se repite; estamos en una tercera Guerra Mundial que aún se mantiene en los despachos y que esperemos no salga ramificándose pues no seremos capaces de entender lo visto y menos de contarlo.