«Esta vida es una mierda», no es mi pensamiento, así se inicia la novela de Lorenzo Silva ganadora del Planeta. Y no está exento de razón, estamos permitiendo, todos, sin dejar nadie fuera, mandándolo todo al carajo. Es posible que no nos falten razones, pero también es cierto que tenemos otras, de mucho peso y mayor valía, para cambiar la situación de malestar e indisciplina en la que andamos recreándonos a cada paso. Todo se hace a merced de capricho y la falta de juicio y razonamiento de quienes ven en peligro su continuidad en política, con influencia y mando.
Hay que seguir hablando de los sindicatos, de sus liberados, de la lucha por sus dirigentes para batirle el record de permanencia a la Reina de Inglaterra y de querer luchar por los trabajadores obviándoles la letra pequeña, la que se refiere al beneficio particular y personal. O sea, que el gobierno se puede ir de vacaciones donde le plazca, no hay que hacer caso de ninguna de las medidas que tome, porque si éstas le afectan a otros dirigentes, que aún son capaces de manipular a la masa borreguil, el caos está servido. Y encima los catalanes se quieren separar para calentar más lo ánimos. Por donde se tire se nota, sobre todo en el exterior que estamos haciendo méritos para mandar a nuestros posibles turistas a la conchinchina, lo que amamos a nuestro país, lo dispuestos que estamos para arrimar el hombro para levantar la pesada carga que tenemos que sufrir y la alegría que tiene la oposición de ocupar su sitio que arrea a la primera de cambio. En cuanto a lo de Madrid Arena, todas las dimisiones serían pocas para aliviar la pena de las familias. Pero ya se sabe. A los políticos se les tiene que perdonar todo. Tienen inmunidad de mierda.