No sé hasta qué punto tendrá su utilidad, cuando lleva instalada desde el principio de nuestra democracia, y, siguiendo el ejemplo de otras que nos han precedido con gran distancia en el tiempo, será necesaria. A estas alturas de mítines electorales, promesas, y cambios de opiniones que se dan en las campañas, esa reflexión surge antes, bastante antes que los actores políticos entre en competición. Desde los distintos partidos, se trabaja con minuciosidad, sin la menor tregua para tratar de llevar el mensaje que cale al público más numeroso; se estudian las poses, los gestos, las expresiones, hasta se elige con rigurosidad el vestuario para que la imagen en televisión de cada uno de los contrincantes no deje duda al espectador, es decir, añadirle más a las que éste tiene.
Porque ahora se entrecruzan emociones, lealtades, ideas y una adhesión, casi de hermandad, en muchos votantes con respecto a su partido. Y por otro lado, la necesidad que se respira en todos los ambientes de cambio, va determinando el final, la meta de este largo recorrido.
Nunca hemos tenido una campaña de tantos meses, porque si oficialmente comenzó hace varios días, desde el verano venimos erre que erre con la misma historia. Buscar el salvador de este desaguisado en que nos hemos metido todos por consentir unas determinadas políticas, o quizá la falta de ellas, no es tarea fácil, pero lo visto en televisión nos puede acercar a una determinada postura más reflexiva y menos guerrera. No se trata de encontrar un héroe, sólo buscamos un guía que señale con precisión y criterio el camino a seguir. Y la pelea la dejamos aparcada que ya hemos tenido bastante. Urge arrimar el hombro en torno al vencedor y aupar a este país que bien merece la pena.
