Muy lejos quedaba aún Spielberg y su “Jurassic Park” para impactar a todo el mundo con aquellas criaturas jurásicas generadas por CGI, pero corría el año 1933 y aquella noche en el newyorkino “Radio city” de la RKO, conocerían al gran Kong, King Kong creación del visionario Merian Caldwell Cooper.
La enorme imaginación de sus creadores y la fascinante labor artesanal de los técnicos lograron dar vida a una de las criaturas más añoradas de la cinematografía, hoy convertida en gran icono del séptimo arte. El film no ha envejecido, sigue destilando el asombro, la expectación y la ternura de sus inicios. El arte del cine se encontraba aún entre pañales. La experimentación de ciertas técnicas de exposición, el “stop motion”, las transparencias de fondos, la edición sonora de efectos… lograron una joya artesanal que sirvió de referencia e hizo abrir la caja de pandora de sueños cinéfilos, como a un jovencito Ray Harryhaussen que por aquel entonces acudió al cine y tras ver aquel espectáculo decidió dedicarse en cuerpo y alma al séptimo arte, regalándonos producciones maravillosas como “Jason y los argonautas”, “El valle de Gwandi”…
Volviendo a Kong, quizá la única adaptación del clásico que se salva de la quema es la de Dino de Laurentis, bajo la dirección de Guillermin (“El coloso en llamas” – 1974), un reparto acertado (Jessica Lange y Bridges) y banda sonora del maestro John Barry. Oscar, Globo de Oro, y otros premios a esta adaptación no la hacen incluso estar a la altura de su original. King Kong del 33 seguirá siendo el rey de los monstruos en nuestros corazones cinéfilos.