Piden a gritos los socialistas. Le culpan de los dos últimos desastres electorales, van perdiendo poder y el jefe es el culpable. Antes o después ocurrirá, porque no estamos hablando de ideales ni de un pensamiento unificador del partido, simple y sencillamente lo que viene ocurriendo desde tiempo atrás. El partido que hace de oposición, sobre todo los que andan en cabeza, se encuentran con todo tipo de trabas y presiones por parte de los suyos, pierden esas grandes agencias de colocación que tantas bocas callan y tantos votos ganan. El altruismo y la dedicación en política por trabajar en una sociedad más justa se van evaporando para dejar paso al dinero contante y sonante por el que se mueve una gran mayoría. En otras situaciones, por unos sueños fantásticos que rozan las nubes por el sustento y empuje de muchos más de los que a simple vista pueda parecer, como el caso catalán. Y los hay, decentes y preocupados por el bienestar de todos, pero se sienten poco y apenas se hacen visibles.
Si ir más lejos estamos asistiendo impasibles y con total dejadez al atropello que se comete con la ciudadanía. La televisión autonómica andaluza, emite doblemente la misma programación, gasto innecesario, pero chillan los colocados y nadie se atreve a despedirlos, teniendo en cuenta que llegado el momento sus votos son necesarios ahora que la mayoría está muy lejos. Igual ocurre con un considerable número de empresas públicas que no son rentables más que para el bolsillo de su clientelismo, amiguismo, o cualquier otro ismo que se quiera añadir. Así andan los políticos, vapuleados por convencer con dinero, y en estos momentos que no hay, todo son achaques enfrentamientos y zancadillas para ver quién salva el cuello. Esto ocurre en cualquier pueblo, ciudad, donde se acaba el puesto para todos. Los más vivos presentan su lista alternativa, y echan, como un plato de agua, a la calle a los que le pueden estorbar. Pero mientras los ciudadanos no recapacitemos y sigamos acudiendo a votar, nada tendrá arreglo, ni la deuda, ni el rescate, ni la prima, nada que esté en contra de la conveniencia y comodidad que los políticos disfrutan en este país.