domingo 24 noviembre 2024
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La calle, por Luisa Casero

Está cambiando su función primordial. Ha dejado de ser un lugar de tránsito, paseos y encuentros, para convertirse en un escaparate permanente de quejas. Raro es el día que esto no ocurre. Nada está bien para el ciudadano de a pie; la palabra recortes hace temblar hasta los cimientos donde nos apoyamos. No aguantamos más decisiones de políticos que no se atreven ni siquiera a ventilar sus propios tufos, aireándolos en el ambiente vociferante y huelguista que hemos instalado entre la democracia y su cara más oscura: la pobreza.

No sabemos el porqué no ocurre lo que debiera. Si existe un acuerdo entre los dos grandes partidos para que la corrupción quede en agua de borrajas, y los jueces en servidores complacientes porque los que mandan están aforados, y los que no, una vez en la cárcel, nadie se acordará de ellos, probablemente ni sus propias familias. Así que el pescado ni está vendido ni queda nada por vender, sólo el olor nauseabundo revela su existencia.

Pero queda un colectivo, muy en la sombra, que no se pronuncia. Lo soporta todo y debería ser un ejemplo permanente de orden, economía y unión. Son las amas de casa con pagas exiguas, tienen el mérito de sustentar y ser el apoyo real de la familia, primordial para organizar cualquier núcleo de convivencia más complejo. Los ministros de economía tendrían que fijarse en la importancia que éstas tienen. Los corruptos y sinvergüenzas copiar un poquito el orden y la disciplina para salir a flote. Pero este país lo hemos mandado al carajo entre todos, unos por abusos y otros por el silencio ante los atropellos. Ahora, que se roba menos y que parece que algo empieza a funcionar, hemos decidido vivir en la calle machacando contra lo que sea. ¿Que nos tenemos que acostumbrar a ser más pobres en todo? Sin duda. Y que tu propio hermano proteste, con foto incluida, en el periódico nacional con más tirada, no debe ser muy halagador. Le ha ocurrido al ministro Wert, no creo que este hombre quiera hacerle daño a los estudiantes. El porcentaje de fracaso escolar pide a gritos un cambio.

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