Hacía un calor agobiante. Era la primera feria que salía con sus amigas solas. Estaba nerviosa e ilusionada; nerviosa porque era algo nuevo para ella; ilusionada, por vivir una aventura diferente, con una edad a la que empezaban a reclamar su propio espacio. En la plaza Castilla la esperaban sus amigas. Bajaron la empinada cuesta de acceso al real y se fueron directos a cenar. Comieron en el puesto de patatas Rocky. Después fueron a montarse en los coches de choque. Estuvieron dando unas vueltecillas por la feria, hasta que se encontraron a unos amigos que iban a la caseta de la juventud donde no servían bebidas alcohólicas. Se unieron a ellos para ir a la caseta a bailar. Los amigos de María estaban bastante animados, se lo estaban pasando muy bien. Todos estaban bailando cuando una amiga de María dijo:
-Quiero un mojito con mucho alcohol.
Todos de quedaron sorprendidos, pero a la vez con ganas de probarlo. Cuando estaban en el puesto de mojitos, se compraron todos uno menos María, que no quiso ninguno. Ella advirtió que era malo tomárselo pero aunque ella lo avisó, no le hicieron caso. Sus amigos quisieron seguir tomando alcohol, así que decidieron subir a la zona de botellón. Se emborracharon casi todos, menos María, que no probó nada. Una amiga de María, que se llamaba Marta, cayó de repente al suelo. Vinieron los miembros de Protección Civil, la policía y una ambulancia.
Parecía un coma etílico. María llamó rápidamente a los padres de Marta. Se fueron directamente para el hospital. Estaban todos llorando en la sala de espera de urgencias. El médico salió de la sala de observación en la que estaba Marta y dijo que estaba bien, que se encontraba dormida, y que la dejarían ahí esa noche para tenerla vigilada, pero que tuvieran mucho cuidado porque se podría haber muerto. Todos se alegraron un montón de que estuviese bien. Al día siguiente Marta estaba ya en su casa. Una noche que se presentía de las más felices de su corta vida se convirtió en una de las más trágicas. Descubrieron los graves efectos del consumo del alcohol. Prometieron que nunca volverían a beber.
por TERESA PÉREZ TRUJILLO, del Colegio María Inmaculada de Antequera, tercer premio del XVI Concurso de Redacción de CALA