Y la caseta de las Hermanitas ha estado llena de luz. Un trasiego de antequeranos dispuestos a colaborar, a disfrutar y a pasar por alto cualquier inconveniente por la falta de profesionalidad del voluntariado, es seguro que han hecho de ella un lugar estrella; pero he de volver a insistir, el mérito es del público que nos ha honrado con su presencia y su saber estar, conscientes de que nuestros mayores necesitan de toda la atención ciudadana para poder permanecer sin problemas en esa gran casa, llena de cuidados , mimo y afecto donde disfrutan de la vejez con dignidad y amparo.
No estoy hablando de demagogia, la casa apenas si se sostiene por sí misma, y, desde luego, la caseta no es capricho. Se está mejor fuera de la barra y cocina bien acomodados, que trapicheando casi atolondrados varias horas al día.
Pero no hemos estado solos, la compañía de Cristóbal Rivero ha sido un auténtico as de esos que colocas bien en cada jugada. ¡Menudo equipo con la niña María poniendo la nota de color! Se merecen llegar lejos, ilusionan con su trabajo y enamoran con sus sonrisas. Son la amabilidad y el sosiego en un mundo de prisas y tanto control de tiempo. Tampoco faltó Curro, que es un poco mío, el del Sol para sacar esa foto que siga hablando en el tiempo de que esta ciudad atrapa, no deja parar a nadie, nos necesita a todos,y se hace, cada vez más fuerte y hermosa por tantos gestos de empatía que se intercambian entre sus conciudadanos.
Quizá sea también posible dar una sugerencia para que en años venideros la feria brille, aún le falta pasión y le sobra distancias, porque Málaga no nos resta en la calle, tal vez en los toros.
Hay que conseguir casetas más cercanas, competitivas con esa pizca de rivalidad que nos haga crecer y mejorar y atraer al público desde la calle, sin temor, sin envidias y sin la sensación de quitar clientela. La gente es lista y sabe donde quiere ir y va donde se le requiere, cuentan con ella y se desviven por atender. Todos hemos de tomar nota.