viernes 22 noviembre 2024
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La fuerza del dedo que aprieta

La vida pasa tan rápido que no disfrutas de lo que tienes delante. Esta semana, como le pasará a tantas personas, toca el “hace 5 años tal día como hoy… que mi padre entró en la UCI”. Entre tantos recuerdos, el colocar mi mano sobre la suya, como él siempre hacía. No olvidaré el consejo que me dio cuando nació mi hija de colocar mi dedo dentro de su manita al nacer. Algo que hice durante bastante tiempo y que fui notando cómo conforme pasaban los días, me empezaba a apretar cada vez más fuerte. Es el amor de una criatura a sus padres.

El 11 de noviembre era mi segundo cumpleaños, al menos desde el 2011 hasta el 2016. Fue el día que me comunicaron que había vencido mi primera batalla contra el cáncer. Pero desde 2016, cuando nos dijeron que era cuestión de días lo de mi padre, no me atrevo a pensar lo positivo que para mí era mi segundo cumpleaños. Diez años después, un hermano me mandó un mensaje a muy temprana hora para recordarme que era 11 del 11. Curiosamente a la misma hora que mi padre me mandaba un mensaje cada mañana.

Tardé en poner algo medio en clave en mis redes sociales, apenado por los recuerdos de hace cinco años, que superaban los de hace diez. Fue cuando el pequeño infante de la casa, se despertó junto al ordenador y opté por colocarle mi dedo dentro de su manita y al mirarle, sentir esa sonrisa que te vuelve loco.

La vida, como decía mi padre, lleva a que unos se vayan y otros lleguen. De nosotros depende que los que se van, no se olviden; y que los que lleguen conozcan, al menos, sientan por algún momento, lo que aprendimos de los que estuvieron aquí. Ser padre es dejar de ser niño, de madurar, de saber que la vida te pide subir un nuevo escalón.

Tener un hijo te lleva a dejar a un lado tus preocupaciones, aunque te cueste, porque la atención la tienes que poner en el que te necesita. Son años indescriptibles, que pasarán volando… Ahora comprendo cuando mi padre nos decía: “No crezcas, no lo hagáis”. Porque son los mejores años, dicen, de un padre en una familia. Ya veré si también tenía razón mi padre como mi madre cuando me dice que se quiere a todos los hijos por igual.

Entre tanta vida apresurada, busquen a quien tengan al lado, ya sea la abuela, el marido, la pareja, el niño, la hija… y dejen un tiempo para buscar ese momento de colocar tu viejo dedo dentro de la inocente ternura de la mano de un recién nacido. No hay mayor calor de alguien que nace, va creciendo y quiere recibir amor, cariño, esperanza…

Ojalá se mantenga siempre esa relación durante toda nuestra vida. Quizá así nos centremos en las cosas importantes. Mientras tanto, recibo un mensaje de un amigo y descubro que tiene esa imagen de su mano con la de su padre con el que sentiría lo mismo que servidor.

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