Al oeste de Damasco no queda nada en pie.
Al este de España, al Sur y si me apura al Oeste, todo resulta extrañamente vacío de contenidos.
Tiraré de imaginación para construir edificios, casas para desahuciados, que son el límite moral del sistema; dibujaré pan recién hecho para los sin techo, compondré sonidos de esperanza para los indigentes, tejeré al derecho y al revés envolturas acogedoras para los sin familia, para los desesperados, para los ancianos solos, para los jóvenes con futuros borrados del mapa de sus sueños.
¡Hay tanto destino fundido en negro!
No huelen bien los papeles encontrados aquí o allá cubiertos de acometidas salvajes, de burlas a la sociedad de robos a los ciudadanos. No suenan afinadas las voces que increpan sin ton ni son.
Cuando se habla de dignidad, se tergiversa la palabra por gente que nunca ha sabido lo que esto significa, lo que esta palabra encierra.
Echaron escombros de esclavitud sobre hombros que día a día caminaron en busca de un trabajo digno.
Abruptas y clandestinas fugas de capitales, sanguinarias industrias que cortan cabezas, como el que corta una rama seca de un olivo; no les tiembla el pulsómetro. ¡Pues claro que no! Están hechos para esto, lo aprendieron, lo mamaron de una política de trajes y hemiciclos corruptos.
Nieves blancas cubiertas de risas. Calles granizadas de pasos gélidos, imágenes para un día vede y blanco con notas alegóricas. «Los andaluces queremos volver a ser lo que fuimos…».
No tenemos Jefe de la Iglesia, se fue a peregrinar el «alemán Ratzinger» Tal vez las oraciones de este hombre, que ahora no tiene la verdad absoluta en temas de fe, hagan mella en las alturas.
Yo, besaré los pies del Rescate y pediré tres deseos. Depositaré tres monedas y daré gracias. Los milagros existen y yo no tendré que imaginar este hecho.