Hay tantos temas de los que escribir la columna y que se amontonan a golpe de teclado en estas páginas soleadas que no sé cómo explicarles mi descontento con la vida. Es prácticamente imposible intentar mantenerse ajena a la vorágine de información que circula a nuestro alrededor. De toda esa montaña de noticias, escojo las reales, las de la vida misma que nos castigan una y otra vez el alma y que nos desquebrajan por dentro.
A mí me rompe el alma ver que estos días en el Vaticano se habla de pederastia. Me parte por dentro pensar en todo lo que han vivido miles de víctimas durante años y que unos y otros han callado. Me duele cuando en las catequesis que he impartido varias veces, me hablan tan mal de la Iglesia por esta circunstancia y yo no pueda defenderla, porque es indefendible. Es doloroso hacer frente a ello, pero es el momento y se debe hacer, la Iglesia está cambiando y esto es motivo de alegría, aunque para ello nos duela mirar el engaño, el silencio.
Me destroza el conocer cada día más asesinatos a mujeres. Violaciones, maltrato que se ha convertido en un día a día peligroso al que nos estamos acostumbrando. Es todo cuestión de Educación, me digo, mientras miro de reojo a mi hija que crece a pasos agigantados. Miedo, ahora es el miedo el que me azota.
Me revienta por dentro escuchar a los políticos de uno y otro lado, de un color o de otro importarle tres narices –por no decir otra palabra peor– lo que sucede en el día a día de las personas. Y sí, habrá algunos que se salven de esta quema que realizo en mi cabeza. Nada más hay que tirar de noticias –y no las falsas– del pasado para ver cómo cambian con unas Elecciones por delante, una moción de censura o el ascenso al poder. ¡Qué falsedad de mundo es éste que estamos construyendo!