jueves 21 noviembre 2024

La luz

Del bolso emergen dos tickets llenos de vida y de luminosidad, con ellos entraremos en el mundo de Monet. No es ningún truco, no existe ninguna varita mágica, sólo pinceles y la mente del genio. Las 50 obras maestras del pintor que buscaba la luz, expuestas en el Museé Marmottan Monet, de París, llegan a Madrid al Centro Centro y Arthemisia. Por fin podremos ver los nenúfares y casi tocarlos, aquellos que vimos en libros de arte. Por fin los óleos del maestro, aquellos que vieron la luz en los acantilados de Normandia a los que calificaba de “espacios inabarcables de nieve”. Por supuesto que fue criticado. Aquel o aquella que haga algo diferente, cambie de dirección de lo establecido será duramente castigado. Monet fundó el impresionismo, ¡imagínense lo que hubiéramos perdido si se rinde a la primera!

Experimentaba Monet con la luz que cambia en minutos, que digo, en segundos. Junto con sus amigos Renoir y Rodin, nada más y nada menos, acabaron imponiéndose en la historia y en el tiempo. Dicen que su carisma lo llevaba a pesar de todo, a ganarse a la gente a la que fascinaba con sus marinas y aquellos delicados paisajes. Monet hacía apuntes al aire libre siempre, no le importaba que lloviera, granizara o que un viento salvaje le revoloteara sus apuntes. Unos paisajes sin principio ni final ¿para qué? La belleza no debe tener límites, la luz que la habita tampoco. Así un Manet entrado en años y con cataratas en sus ojos, los mismos que había traspasado la ley de la luminosidad, dibujaba, pintaba lagos llenos de nenúfares casi sin verlos. Es entonces cuando se engrandecen los contrastes.
El anciano Manet decía que el paisaje, el que ve y el que imagina, se había apoderado de él por completo. El color era su obsesión cotidiana, su alimento, su alegría y su tormento. De su talento, de su esencia bebieron pintores como Rottkho o Pollock que lo veneraban. Viajaremos a la capital, nos llenaremos de esa luz uno de esos días que transitan por puentes japoneses y jardines rosados, mientras las hojas secas cubren las aceras en un otoño desesperado.

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