Aun pecando de reiterativo, no puedo callar ante la desesperada situación que estamos viviendo, durante las horas nocturnas de los fines de semana y días festivos, en La Calzada y lugares próximos a ella, como, por ejemplo, en Calle Barrero, donde se encuentra mi casa. Hablo de una parte del Casco Histórico de Antequera, en pleno centro: la que, desde hace unos años, se conoce como “Zona de Ocio”.
Si nos pasamos los días de Semana Santa ensalzando y mostrando las maravillas de nuestras Procesiones, -cosa muy lógica, por descontado- ¿por qué, para ser justos, no mencionamos también la otra cara de las Fiestas, la “movida” de unas horas dantescas, donde, al parecer, todo está permitido, y que, concretamente en estas Fiestas, se prolonga hasta las seis de la mañana?
¿No debería acudir algún medio de comunicación, con una cámara a cuestas, para dar constancia del desaforado griterío, los botellones en plena calle, el consumo de drogas, las escandalosas risotadas, los destrozos en las fachadas de las casas, las canciones a pleno pulmón…?
O, ¿por qué las autoridades, durante las Fiestas o fines de semana, no tratan de conocer a fondo -siquiera por una vez- el “espectáculo” en vivo y en directo, visitando este Infierno en la Tierra a las cuatro o las cinco de la madrugada?
Nada tengo en contra de los Pubs, siempre que sean capaces de controlar a su clientela, de mantener el orden en las calles, de prestar su colaboración para que los vecinos podamos dormir.
No hablo de ninguna tontería sin fundamento, ni de un necio capricho. Se trata de algo muy importante: de proteger el derecho al descanso de cientos de personas, de velar por su salud, de mirar por sus vidas… ¡Esta pasividad clama al Cielo!
Mientras yo clamo, según parece, en medio del desierto. Porque nadie escucha mi voz…
Pero, al menos, me desahogo.
