En terreno neutral. Me siento bien. Lo digo por el asunto Cataluña, claro que luego estamos el resto de España, y en este resto ocurren “cosas”, que es una de las palabras favoritas de Mariano Rajoy. Después del desbarajuste de nuestros políticos, los de arriba, los de abajo, del este u oeste, prefiero mantenerme en este espacio en el que me encuentro “no manejada” por ellos sean del signo que sean.
Pienso que en este pulso político descerebrado sobre Cataluña, perdemos todos. ¿Puede el miedo crear semejante desencuentro? El miedo tal vez tape la verdad de todo esto, al menos eso decía Unamuno. Miedo, ¿a qué? En Cataluña algunos catalanes temen a que los señalen con el dedo, a que su empresa no sólo sea ninguneada tal vez no pueda crecer, al vacío social, a la gente que son o dicen ser tus amigos, miedo a que los delaten por no votar…
Escuelas preparando pequeños catalanes de ideas, de lengua, de enfoque… Niños que van a las manifestaciones? Pues no me parece esto último. ¿Cómo ha surgido este volcán? Porque la independencia, el referéndum, las urnas, la sedición, las revueltas callejeras. Esto no es cosa de tres días.
No se supo atajar a tiempo, al contrario se han calentado motores y mucho. Buenos y malos. ¿Son estas actitudes beligerantes dignas de una democracia? ¿Por qué ese despliegue de ejército que pone los pelos de punta a cualquier pacifista de a pie? Control a pie de urnas, precintos en las presuntas sedes, esteladas a troche y moche, banderas, banderas, escudos, santo y seña, Tribunal Constitucional… ¿Por qué unos y otros provocan de tal manera?
¿Quién impondrá su voluntad en la jornada del Domingo? En fin yo he dejado de hacerme preguntas, me he quedado más tranquila cuando he visto a Trump defendiendo la unidad de España mientras palmeaba la espalda de Mariano.