Qué tristeza produce comprobar que mientras más avances tecnológicos y esperanza de vida acompañan al ser humano, mayor es el daño que viene experimentando nuestro planeta.
A su pétrea piel dañada por la indiscriminada tala de árboles y la falta de control urbanístico acorde a las más lógicas posibilidades de expansión,solo le queda revolverse para vomitarnos olas de calor intensas o desastres en forma de lluvias torrenciales que en menos de una hora pueden devastar la ciudad más bella.
Ahora, en pleno período estival donde se empiezan a frecuentar de nuevo entornos urbanos cercanos a la playa, es donde más se pone de manifiesto que el hombre, puesto a arañar tierras con excavadoras es tal vez la mayor de las bestias, la más devastadora.
Pero esto solo es un pequeño grano de arena si lo comparamos con el resto de atrocidades que se vienen haciendo en lo referente a actuaciones como la explotación irracional de los recursos naturales principalmente los derivados del petróleo. Muchas, tal vez demasiadas intervenciones poco recomendables a la hora de dejar a nuestros nietos un planeta medio parecido al que recibimos en su día. Pero aquí siempre miramos para otro lado…
En esta semana, la gota que colmaba el vaso ha sido la publicación del informe que el panel de expertos IPCC vinculados a la ONU ha emitido –ocho años después del anterior estudio– sobre la situación que sobrepasa ya la irreversibilidad en lo referente pérdida de biodiversidad, calentamiento o contaminación por el efecto invernadero y cambio climático. Por si fuera poco, España y en mayor grado la vertiente mediterránea va a llevar las peores papeletas pues según los análisis provisionales el clima de Madrid en un par de décadas será el que ahora tiene Marrakech, sin mencionar que además las costas van a sufrir una elevación del nivel del mar.
Negacionismos aparte, qué dura tarea va a tener la sociedad de bien en sus escuelas, en sus familias y en los medios de comunicación si al menos se quieren aunar esfuerzos para evitar que cada entorno cercano se deteriore. En el nuestro, Antequera bien que lo merece.
Llegado a este punto quiero recordar la frase del añorado Juan Rosales, gerente de la Cooperativa Los Remedios cuando decía que “cuando alguien construye sin respetar los terrenos que son propiedad del agua, uno puede guardar las escrituras en cualquier parte de la casa, pero ella, ese mismo agua, siempre las sacaría flotando a su antojo”.