viernes 22 noviembre 2024
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La victoria de Ayuso

De la moción de censura de Murcia a la emoción de Madrid. Mal pensó en esta ocasión Iván Redondo al que le fallaron todos los pronósticos. La victoria de Ayuso es la victoria de ella misma, de Pablo Casado, del Partido Popular en bloque, de la eliminación de la crispación, de  los desmanes  de Tezanos, de la falacia del delegado del Gobierno, Franco, de la política de pactos con los filo etarras y, sobre todo, analícenlo bien, de toda la ciudad  de Madrid que, hasta el mismo distrito de Vallecas,  se lanzó a la calle para votar a Díaz Ayuso. 

Los resultados electorales deben ser analizados en clave política por personas sensatas y no pseudoperiodistas. Los datos han puesto sobre la mesa que el bipartidismo no era tan malo como lo pintaron algunos y que los partidos minoritarios, como en el caso de Ciudadanos, han querido dinamitar España. Sánchez llegó a la presidencia con una moción de censura, democrática, eso sí, pero que desbancaba del poder a un gobierno con hechos y con un programa. Ayuso ha resistido todos los atropellos que le han venido. Sánchez ha intentado acabar con ella y  la ha humillado mientras el feminismo español miraba para otro lado; ha atacado el Ifema y el Zendalen lugar de elogiar su valía y ha alimentado día tras día a todos, todas y todes con el odio y la crispación utilizando conceptos como el fascismo para remover conciencias. Siempre, por supuesto con el aplauso del obrero de Galapagar. 

Ahora, toda la izquierda –Sánchez e Iglesias–,  son los que deben cerrar la puerta al salir, no solo para no volver a entrar,  sino para que no corra la nefasta  brisa que están dejando  en el ambiente. Será estudiado Iglesias como el político que llegó para hundir a la casta y se convirtió en su mejor emblema. Le pudo la falta de respeto, de educación y  de clase y quiso arrollar con un radicalismo marxista leninista que espanta a cualquiera con dos dedos de luces pero que encontró una plataforma electoral de jóvenes descontentos que lo vieron como el Salvador.

 Madrid, más cosmopolita que cualquier otra ciudad,  ha dicho claro y alto: ¡Basta ya!. Basta ya de tanta falacia, de tanta crispación y de tanta guerra civilismo. Las urnas han hablado en clave regional pero el efecto se produce en clave nacional. 

Esperemos que los españoles  se sienten a pensar que tenemos que recuperar el discurso del trabajo y del esfuerzo frente a los vagos; que tenemos que recuperar el amor, el cariño y la ayuda frente a los más necesitados, pero no incendiar las  calles con cientos de parásitos que utilizan el concepto de fascismo y atacan a los cuerpos y fuerzas de Seguridad del Estado.

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