Ya está seca la ropa, la piel del rostro, de las manos. Las lágrimas que inundaron los corazones italianos se van secando, como las promesas.
Elsa Fomero, ministra de Trabajo italiana no pudo reprimir unas lágrimas. Las lágrimas brotaban, el rictus de su cara, empobreció aún más a los pobres. Las palabras se ausentaron de su boca, su laringe no vibró. Y si algo de veracidad, auténtico, residía en este proceso, que sólo duró unos minutos escasos, se ahogaron en la garganta de Elsa. Sólo una gota opaca se detuvo en el maquillaje de su rostro.
Ya está la ropa seca y la conciencia ausente. Habló el ecónomo con voz áspera y numérica.
Hay que lavar los malos informes. Azul brillante el jabón con los que se frotan los miles de folios llenos de cifras. Se enjuagan con lamentos plagados de expectativas.
Los sollozos de hoy, son cortinas de humo, exiguas cataratas que ocultan la deforestación de Brasil o el vacío de las arcas en las que gravados a fuego, figuran escudos y banderas de muchos países europeos.
¿Dónde están nuestros ahorros, nuestros impuestos, nuestras armas defensivas cultivadas hora tras hora, año tras año, vida tras vida?
Se han hecho… Interminables justificaciones visibles e invisibles que es lo peor. Pero, ¿qué más? ¿Dónde ha ido todo lo que dimos y seguimos dando? ¿Por qué nos piden más los que más tienen? ¿Qué regla de tres es ésta?
Grises metáforas. Países hundidos. Todos nos movemos como esos muñecos que en lugar de pies, tiene una peonza y se ladean interrogantes sin caerse del todo, sin saber cómo permanecer erguidos, imbatibles.
Esperamos el monzón que no llega, el avance que se retrasa. Espartanos seremos en nuestras vidas, mas no héroes como Leónidas, pero sí, héroes de carne y hueso, pues nuestro paso de las Termópilas, es nuestro angosto sendero de cada día.
Nuestro escudo de ciudadanos no nos servirá para este combate, aunque tal vez nos resguarde de los lamentos de las hienas y las lágrimas de cocodrilo.