La violencia de género no solo afecta a las mujeres, sino también a los hijos que crecen en un entorno donde viven la violencia y crecen pensando que es una pauta de relación normal entre adultos. Los niños que viven estas situaciones sufren graves secuelas emocionales, cognitivas y comportamentales, que pueden marcar su vida de manera irreversible.
Uno de los efectos más comunes son las alteraciones emocionales. Los menores expuestos a la violencia pueden desarrollar trastorno de estrés postraumático, ansiedad, depresión, baja autoestima, falta de empatía y retraimiento. Vivir en un ambiente lleno de tensiones y conflictos genera un miedo constante y sentimientos de inseguridad.
En cuanto a los problemas cognitivos se observa más frecuentemente retraso en el lenguaje, dificultades en la concentración, disminución del rendimiento académico, absentismo escolar y fracaso escolar. Otra consecuencia son los problemas de comportamiento. Muchos niños aprenden a reproducir la violencia que ven en casa, trasladándola a su entorno social y escolar. Esto se refleja en dificultades para relacionarse con sus compañeros y profesores, así como en la aparición de conductas adictivas, antisociales y delictivas.
A largo plazo, los hijos de víctimas de violencia de género tienen un mayor riesgo de normalizar los patrones violentos en sus propias relaciones. Esto puede llevarlos a repetir los mismos roles, ya sea como agresores o víctimas, perpetuando el ciclo de violencia. La tendencia es que las niñas se identifiquen con el rol materno adoptando conductas de obediencia, pasividad y sumisión y los niños con el rol paterno adoptando conductas agresivas hacia sus parejas, a pesar de que censuraron el comportamiento de sus padres.
Ante esta problemática, es crucial ofrecer apoyo psicológico y social tanto a las víctimas directas, como a los menores afectados, para romper con este círculo vicioso y fomentar un desarrollo saludable en las futuras generaciones. La exposición a la violencia es mucho más perjudicial para los hijos que no mantener a la familia unida.