Leo en primera página de la prensa provincial con un poco de incredulidad, bastante estupor y no poco escepticismo, que Andalucía indemnizará a la mujeres que sufrieron algún tipo de violación durante el franquismo. Dos preguntas fluyen a mi mente a borbotones, queriendo escapar con rapidez por temor a quedar dormidas en mi memoria. La primera me plantea cuántas mujeres pueden verse beneficiadas por este reconocimiento, teniendo en cuenta que rondarán los noventa años o más. Y la segunda ¿por qué ahora? Cuando las encuestas sitúan a la Junta al borde de perder la mayoría y el jefe de la oposición se mueve por el país en baños de multitudes cada vez más numerosos, que hacen presagiar que algo está cambiando, y que todos acaban pagando sus mentiras y su falta de gobernabilidad, sobre todo, cuando ésta es tan partidista que sólo llega a sus votantes.
Pero puestos a conseguir votos, con dinero público, con préstamos o trampeando, se podía extender esta generosa idea a muchas personas que sufrieron en épocas pasadas, desprecio, mofa, desafectos y penurias económicas. ¿Qué me dicen de los gays y lesbianas? ¿Cómo tuvieron que disimular sus sentimientos para no verse tan aislados socialmente? ¿ No merecen el donativo? ¿Y los emigrantes? ¿Y las madres de familia que no sólo no pudieron dar educación a sus hijos, ni tan siquiera el sustento diario? Miren si tienen donde cosechar votos y de hacer de hadas buenas porque las malas se han despachado a gusto y han causado bastantes estragos. Seguro que hay que seguir sorprendiendo para tener el sillón de mando. Gobernar es otra historia, tan pasada, de la que apenas ya ni nos acordamos.