Pocos podrán negar que lo más preciado de este mundo es una vida humana, sin ella, evidentemente, no somos nada. Cuando se ve comprometida la vida, cuando a uno de tus seres queridos le fallan las fuerzas, las físicas y las neurológicas, toda ayuda es poca y toda muestra de aliento y complicidad se recibe, como agua de mayo. Desde estas líneas gracias y mil veces GRACIAS, con mayúsculas, para todos y cada uno de los que nos han hecho llegar palabras de ánimo, a un servidor y a mi familia más cercana.
Muchos de los que me leen periódicamente en este centenario semanario, saben de mis dedicaciones profesionales en nuestro Hospital de Antequera, en el cual tengo la suerte de llevar más de 30 años prestando servicios, y tengo el privilegio de compartir trabajo, y mucho más que eso, con unos excelentes compañeros.
Siempre que estoy trabajando, miro y veo a mis compañeros como profesionales, como trabajadores de la sanidad pública que dedican su tiempo a ayudar al que lo necesita, y lo demanda, pero estas ultimas fechas los estoy viendo como auténticos ángeles, ángeles de la guarda, verdaderos héroes sin capa que se baten el cobre todos los días intentando salvar una vida, porque precisamente esa vida que llevan tiempo salvando, es la de mi padre.
No tendré tiempo para agradecer los desvelos y los ímprobos esfuerzos por revertir una situación que pintaba muy poco halagüeña, y que poco a poco –aquí no hay prisas–, vamos viendo cómo se va saliendo de la gravedad. Sin perder de vista las complicaciones que pueden presentarse, la situación de estar más cerca de perder la vida que de conservarla, se va alejando, y afortunadamente es gracias a todos esos ánimos, todas esas fuerzas que han llegado por toda clase de vías de comunicación, y por supuesto a mis compañeros, a mis amigos del trabajo, a mis héroes sin capa que procuran, en cada una de sus intervenciones, dotar de salud al que viene con ella quebrantada.
Cuídense, aliméntense bien, ejerciten su forma física, beben mucha agua, dejen el tabaco, hagan caso de su médico de cabecera, de su enfermero del seguro, no lo pongo aquí para tener menos visitas, y por ende menos trabajo, en las urgencias de nuestra casa, lo digo para que sea cierto eso que encabeza estas líneas, que lo más preciado de este mundo, siga siendo una VIDA HUMANA, en este caso, la SUYA, amigo lector. ¡Gracias, siempre!