Cuando este artículo salga habrá comenzado la campaña electoral. Dos posturas mayoritarias y otros pequeños grupos formarán el abanico que se sentará en el Congreso en los próximos años. Nada de particular tiene esta historia que se viene sucediendo desde el comienzo de nuestra democracia, pero sí hay que mirar con detenimiento y escepticismo lo que pueda ocurrir en el País Vasco. Esa gente pisa fuerte y su compromiso con el nacionalismo exacerbado puede poner en jaque al resto de las fuerzas políticas, tanto a nivel autonómico como al Gobierno Central.
Ahora que ETA ha parado las armas, que no las ha entregado, todo se vuelve democrático, se piensa en las instituciones y se trabaja de manera firme y tal vez, algo coercitiva para pertenecer a ellas. Al fin y al cabo las víctimas no se pueden recuperar y el arrepentimiento es algo que desconoce.
Pero esto no puede quedar en un rincón del olvido que sólo recuerden familiares y afectados, tiene que ser punto de partida y horizonte para construir una convivencia que si bien no va a ser fácil, hay que tener presente en todo momento, el Estado de Derecho.
Y si algo hay que tener también de manera prioritaria es buscar una posible solución a esta ruinera de País que estamos sufriendo y contemplando, entre nerviosos e impasibles contando los días para que se vaya quien nunca le debimos dejar coger las riendas. Encima nos deja a Rubalcaba para que pelee ¿con quién? ¿Con los cinco millones de parados? ¿Con las deudas de las administraciones? Sinceramente, la situación no da lugar a pelear, sino a reflexionar. Creo que la discreción y confianza que acompañan a Mariano Rajoy es lo que andamos necesitando, la gestión socialista ya la conocemos bien, poco hay debajo de la pelea.