Aún recuerdo la primera vez que vi “El hombre lobo americano en Londres”. Creo fue en el cine Ideal Cinema de Antequera a primeros de los 80. Aquella sesión de cine semanal, descubrió ante mis ojos algo más sobre la magia del cine. La transformación del protagonista en licántropo no se me borraría en la vida. Tan realista, angustiosa, visceral…
Desde entonces, siendo consciente del trabajo del maquillador Rick Baker, me convertí en fan de cada una de sus creaciones. El cine de los 80 en adelante, de efectos especiales y de aventuras de todo tipo, recurrieron a las manos de este artista. Un artista que marcó el paso de época en el arte del maquillaje. Tuvo su primer gran trabajo como ayudante de maquillaje en “El exorcista” (1973) de William Friedkin (valiente bautizo de fuego). De esta película, cuelga alguna que otra leyenda negra, pero lo que está claro es que a Rick lo bendijo. En una época, alejada aún de la composición de imágenes generadas por ordenador, Rick fue el artista que nos trajo creaciones maravillosas, encantadoras y horripilantes, que hoy en día forman parte de la cultura visual del público, sin ser la mayoría consciente de ello.
Obras como: “Thriller” (videoclip – 1982), “Harry y los Henderson” (1987), “Gorilas en la niebla” (1988), “Gremlins 2” (1990), “Ghost” (1990), “The Ring” (2002),… por reseñar algunas, son muestra del talento de Baker, heredero del maestro Lon Chaney (1883 – 1930), y otros tantos. Hoy en día, a pesar de las tendencias digitales, excesivas, Rick sigue aportando sus creaciones y es que a pesar de la artificialidad del arte cinematográfico, la calidad de su trabajo sigue atrapándonos, como a la mente de aquel niño con los ojos entornados, mientras presenciaba la transformación tan atormentada y real de un hombre lobo. Desde entonces, los hombres lobos fueron cosa seria.
