Pocas generaciones han comprendido las peculiaridades de la juventud que les sucede. En los tiempos que vivimos el uso de las Tecnologías de la Información y Comunicación desde edades muy tempranas, imprime en los jóvenes una tendencia a la insatisfacción con su realidad y a la evasión de cualquier tipo de dolor o esfuerzo que pueden buscar llenar con una adicción (ya sea con o sin sustancias) o conducta de riesgo. No es que ésta sea la única causa, por supuesto la complejidad de la persona hace que su comportamiento deba ser visto desde un enfoque diverso teniendo en cuenta todos los ámbitos de su vida. Estos son personal, familiar, social, académico y laboral en el caso en que exista.
Cuando la curiosidad se satisface a través de una ventana que ofrece una versión distorsionada de la realidad y aún no se han desarrollado el espíritu crítico y la toma de decisiones, el resultado puede ser nefasto para el desarrollo de la personalidad. Cada vez son más los jóvenes que deciden quitarse la vida porque creen que no merece la pena la que tienen, porque no se sienten satisfechos con la que están viviendo. La realidad virtual que observan a diario genera una serie de vacíos que no se están llenando de forma real. El contacto con los amigos de forma física, el deporte, las actividades de ocio y tiempo libre, las ocupaciones académicas o laborales si es el caso, los lazos familiares, son aspectos que benefician el manejo de las emociones y el fortalecimiento de la autoestima.
Prevenir que en el futuro se desencadenen problemas mayores supone construir unos lazos de comunicación firmes y estables con nuestros hijos y ayudarles a encontrar alternativas de ocio y tiempo libre que no se reduzcan al uso de las nuevas tecnologías sino que vuelvan a la base, al contacto real con los demás para encontrarse con las personas y ser persona.