Ya tienen ganadores. Por méritos propios, simpatías, aunque alguno acumula incredulidad, otro desconcierto, y siempre como va siendo ya casi habitual el de la pedanía. Patria chica de nuestro regidor donde debió conocer y disfrutar, en sus años de enseñanza, las cualidades humanas de sus gentes, merecedoras de los mejores reconocimientos, que no siempre van parejos a la hora de emitir el voto a favor de quien les premia con la mejor distinción de la ciudad.
Ya andan los efebos revueltos. En la antesala de su fiesta. Quizá por el taller donde les gravan la placa con el nombre del ganador. Al más puro estilo americano copiado después en nuestros Goyas. Un honor del que harán gala toda la vida.
Nunca llueve a gustos de todos, ni se sabe a ciencia cierta qué criterio se tiene en cuenta a la hora de conceder el efebo. ¿Hay una comisión de notables donde se estudian méritos personales y cualidades a destacar de los posibles ganadores? ¿Es cierto, por eso sorprende, que dando un poco la lata y acumulando firmas, se obtiene tan preciado galardón?¿Se corre el riesgo de que gente de edad más que considerable y luchadores por ideales altruistas y hermosos queden olvidados?
Cualquiera que sea el criterio, se hace pensando en los mejores. ¿Qué hay muchos más? evidentemente. Y desde mis humildes opiniones inicio una propuesta para el próximo año. Sin molestar a los santos y sus cofrades, ni tampoco recurrir a entes con carácter general. Se pueden fijar detenidamente en los grupos de hombres y mujeres que trabajan en silencio, bajo el paraguas católico, y que son capaces de marcar su propia diferencia y lo hacen con sobresaliente.
Para esto hace falta mirar con ojo avizor, sin precipitaciones y dejándonos seducir por el murmullo del bien que no admite confusión. ¡Enhorabuena a los premiados!