Durante muchos años viví en calle Maderuelo frente a lo que es hoy la plazuela de Juan Alcaide. La dejadez, por parte del gobierno municipal de entonces, de los escasos metros cuadrados donde se ubica, era un reclamo para hacer los perros sus necesidades.
Era una estampa habitual ver al señor o señora de turno, perro en mano, detenerse en unos arriates tan abandonados como los arbolitos que trataban de crecer en su interior. Ni que decir tiene que si el olor era desagradable todo el año, en verano se pasaba de la raya. Es cierto que un simple paseo por las calles más céntricas de nuestra ciudad despierta el olor, y muchos vecinos que no están de acuerdo, buscan triquiñuelas para evitar que sus portales sean el blanco de los animales domésticos.
De poco les sirve. Hemos avanzado muy poco y me parece que de alguna manera hay que poner trabas a tanto pipí de perro que huele y mancha nuestras calles. Las botellas de agua puede ser una solución. Pero tendría que haber alguna norma coercitiva que penalizara a quienes no cumplieran.Cada cual puede hacer lo que le venga en gana, pasear perro o gato, pero la libertad y la limpieza de la calle, que pagamos todos, no puede verse alterada por los animales.
Y de verdad, que habría que tener algunas zonas acotadas donde les estuviera prohibido el acceso. Y aún estando prohibido se hace caso omiso. Hay muchos dueños de mascotas que las dejan sueltas en espacios que comparten con viandantes a los que no les hace ninguna gracia. Es bueno despertar la conciencia y sensibilidad hacia los animales para evitar su maltrato y aceptar que forman parte de nuestra vida, aunque pienso que estamos siendo muy tolerantes con ellos, especialmente con los perros, nos gusten o no, hay que admitirlos en la calle.
Esa tolerancia no la tenemos entre personas, y a saber, ¿ qué hablaríamos de una mamá que pone a su hijo a ser un pis necesario en plena calle? El privilegio de los perros por delante de los bebés. Hay demasiados animales y buscar respuesta a un problema que cada vez es mayor no es fácil. Pero hay que obligar e intentarlo una vez por todas. Nuestra ciudad se merece oler mejor.