Ahora que se contabiliza todo y se hacen estadísticas y porcentajes por doquier, resulta cuando menos sorprendente, si no alarmante, el alto porcentaje de jóvenes que ven el programa tan famoso en el que se ha hecho viral un vídeo de uno de los participantes. La clase de valores que se transmiten a través de estos programas que buscan el morbo a lo bestia y lo que han conseguido, dar la vuelta al mundo a costa de lo que sea.
Otro debate puede enfocarse por el lado que mueve a los participantes, pero las explicaciones son tan fáciles de identificar que se reducen a fama y dinero. Pero a lo que vamos es a que hay un gran porcentaje de jóvenes que se nutren de este tipo de espectáculos, que lo siguen y lo disfrutan como parte de su identidad aunque en el camino se pierdan el respeto y la dignidad de quienes voluntariamente y a su propio beneficio se lucran de ello.
Se han diluido los límites de lo correcto y de lo que no lo es, es más, prácticamente todo vale. El espíritu crítico hacia lo que no es válido se mire por donde se mire y la postura de repulsa hacia ello ya es pasado. ¿Qué es lo que tenemos? Lo que alimentamos. El programa está permitido, como lo están el alcohol, el juego… Pero si no nutrimos a nuestros jóvenes de otros valores que les permitan por lo menos cuestionar lo que ven y lo que hacen, entonces los estamos dejando desprotegidos. Despertar en ellos el espíritu crítico sin que pierdan la noción de lo que excede las fronteras del respeto y la dignidad de los demás y de ellos mismo. Porque si estos criterios los tienen claros su relación con los demás estará libre de machismo, opresión o cualquier otro tipo de abuso.
