La verdad es que recién llegada de mi viaje por la costa dálmata, lo último que quiero es hablar de falsificación de másters u otras historias que podrían ser ciertas. Es más, estoy convencida de que hubo chanchullo.
Por cierto en mi armario de verano no falta un vestido con botones, no falta, porque nunca me han gustado, mi silueta no está hecha para ellos. Ésta es una de las cosas absurdas que una lee en aeropuertos mientras esperas vuelos, salida de equipajes, llegadas de vuelos y retrasos en los mismos. No me quejo, he salido bien parada en este trasiego de final de Julio. Solo la espera en Bosnia en la revisión de pasaportes.
Por lo demás lluvia y alguna tormenta. Nada nuevo para mí paraguas que ha sobrevivido a cuantiosos viajes como Napoleón y su fuerte en el punto más elevado de Hvar. Increíble la vista. Ruidos familiares de nuevo. Las olas al pie de mis ventanas. Murmullo de conversaciones delante de una buena copa de vino. Atípico es el calificativo más usado por mis amigos para hablar de este verano. Nubes, sol, fresco, agua helada, la del mar y arena a media asta. Por si acaso los guiris que nos visitan, puedo observarlos en las sombrillas cercanas a la mía, se van morenos sí o sí. Bueno morenos y ahítos de helados.
Se los comen a todas horas. Creo que a mí no se me ha ocurrido tomarme uno a las once de la mañana, claro que tampoco me tomaría una sangría. Es tarde. Acojo en mi seno la novela negra que estoy leyendo. Cuando sale la reclusa de Fred Vargas. Muy buena. La echaba de menos. Así que sentada en la terraza con la única luz de mi Kindle, me empapo de las hazañas de uno de mis detectives favoritos. ¡Hasta mañana!