Tiempo atrás, en un pasado relativamente reciente, la llegada de las matriculaciones escolares se convertía en un verdadero rompecabezas para muchos padres. Podía pasar de todo, desde hacer una declaración de renta no ajustada a la realidad, hasta buscar una dirección prestada o inventada que le facilitara el acceso al colegio de su elección. En el caso de Hacienda se arreglaba, sin dilación alguna, con una complementaria que pusiera en orden las cuentas del contribuyente y su aportación a las arcas públicas. Era fácil, no comprometía y aunque le hacía enarcar las cejas a más de uno de los que tenían la responsabilidad de admitir al alumnado, colaba, incluso a sabiendas que sería motivo de crítica y comentarios poco edificantes.
Distinto era el caso de las direcciones. La Junta encargó a expertos dividir Antequera en dos zonas: A y B. Apenas se conocieron su área de influencia, cada padre preparó su solicitud para obtener la plaza deseada. La Junta tardó menos en desdecirse que la ministra de Educación y envió un nuevo borrador que difería del anterior. Algunos padres no se enteraron a tiempo y sus hijos quedaron fuera de las listas del centro solicitado y con el agravante que se le adjudicaba un colegio lejos de sus aspiraciones. Hubo peleas entre amigos, relaciones rotas, se incitaba a denuncias que la mayoría de los padres no sabían en qué quedaría aquello y el malestar de sospecha e inseguridad se cernía en el ambiente creando recelo y desconfianza. Pero había niños para todos los colegios, aulas desdobladas y un ambiente infantil que el paso del tiempo ha ido empequeñeciendo.
Ahora, cuando se solicita un centro, no sólo lo adjudican de momento, también ofrecen la plaza en los dos siguientes en orden de preferencia. Lo que cabe preguntarse es por la merma de población infantil que sufre Antequera cada año. Es una realidad que el movimiento de población que ofrece el Sol, apenas hay constancia de nacimientos. ¿Cuántos escolares se matriculan cada año? O, mejor dicho, de un año para otro.
¿Qué perdida acusan los colegios? Éste es el verdadero problema para la ciudad, amén de los que se van a plantear entre la pública y concertada por el momento político que atravesamos. Faltan niños o sobramos viejos, lo cierto es que el equilibrio se pierde y esto sí que es motivo de reflexión.