El sol lució esplendido, aunque si me leen los agricultores, tema que conozco al dedillo de distintas generaciones familiares, me dirían que este tiempo tan seco va a ser su ruina, que la falta de lluvias les va a llevar a aumentar esas listas de paro que por veces que se repitan a diario, siempre sorprenden, inquietan y preocupan, detrás de ellas hay muchas desgracias humanas y situaciones al límite.
Pero el Día de Andalucía fue de sol y cielo claro, de un azul intenso y bello como no podía ser de otra manera, porque también es nuestra seña de identidad. El Paseo Real fue el escenario perfecto para el comienzo de los actos institucionales, con el capitán Moreno de testigo privilegiado desde su posición, altura y atemporalidad, forma parte de la historia y del diario de los antequeranos.
El himno de España y Andalucía se abrazan y calan en los corazones, se mueven entre la emoción y el sentimiento en el interior de cada uno. No sólo somos la comunidad más meridional de nuestra península, formamos parte, y muy importante de este País que se merece salir adelante con el esfuerzo de todos, porque todos lo queremos, con independencia de cómo cual manifieste sus afectos.
Previamente el Paseo Real se llenó de puestos, prefiero esta palabra a la inglesa de pronunciación sofisticada stand, donde se vendía todo lo vendible, y si me apuran, hasta lo invendible, que sirvieron de escolta y bullicio para el paso de las autoridades, bien arropados se sintieron todos, hasta los homenajeados que experimentaron el gozo de sentir que su ciudad le reconocían sus méritos, representada en el público asistente, en algunos casos de reconocido prestigio, en otros, sencillos, pero constantes, modelos a seguir, focos de luz que iluminan siempre, y nos abren camino en los días más nublados.