¿Cómo son?, ¿cómo serán nuestros próximos gobernantes? ¿De qué irán? ¿Llegarán envueltos, acomodados, camuflados en humo de emboquillados cigarrillos, o directos, sin filtros, como hizo Bogart? La vida de cine es una, la de cada día en las calles, en las casas, en los caminos es otra.
Sorpresivamente la realidad supera a esa ficción antes llamada de celuloide. El cine tiene una ley y la transmite, a veces desde una guerra, desde un despacho, una comisaría, u otro planeta, tal vez desde un tren, o desde una diligencia. La Diligencia, ¿recuerdan esta obra maestra de Ford?
Wayne subido a este carro abierto a variopintas ficciones y personajes de dudosa procedencia; su misión, encontrar pactos de gobernabilidad entre este marasmo complejo de interlocutores: un jugador empedernido, un médico, un bebedor de whisky y dos mujeres, una prostituta y la otra, una futura madre. También hay un huido de la justicia, fugado de una cárcel en la que estaba por haber cometido un estrepitoso desfalco. ¿Les suena el tema?
A mí me parecen estos perfiles de una actualidad rabiosa. Ladrones, mentirosos, alcohólicos, maltratadores y maltratados, choques de clases sociales y antihéroes. Les sigo hablando de La Diligencia y no quiero dejarme atrás los malos de entonces, los apaches.
Teniendo en cuenta que se rodó hace 78 años, me maravilla contemplarla, leer el guión, observar comportamientos, detectar el impecable trazado de los personajes y descubrir que nosotros estamos rodeados de políticos con parecidos razonables.
Pero no se confundan La Diligencia tuvo Oscar, nuestros políticos, que yo conozca no tienen ni un Goya. Así que, a hacer un buen trabajo. Tal vez el año próximo alguno se lleve un cabezón por mejor guión adaptado.