En salir la gente a la calle para darle voz a un problema individual que afecta a millones de personas. Quieren democracia, efectiva, real, donde se sientan protegidos y representados y no permiten dejarse enmudecer por los poderes públicos que tanto daño les está ocasionando.
Son personas variopintas, parados, mayores, estudiantes. Una clara representación de la sociedad en su conjunto. Una muestra firme e imparable de que la situación que nos envuelve y nos afecta tanto tiene que cambiar. El gobierno da muestras continuas de su incapacidad para resolver los problemas, y acorralado como está por la crisis, entre la banca, multinacionales y grandes empresas que dictan las normas de producción y beneficios, su campo de acción está muy limitado, y sus resultados a vista de todos es una política que beneficia a pocos y a los más poderosos.
El tema social, donde se hace chiste de la palabra recorte, va calando con percepción de desaliento y desamparo en tantas necesidades reales y diarias que surgen y que a duras penas se van subsanando. Y aún así, nos empeñamos en sujetar, ya ni siquiera con alfileres, una forma de gobernar que nos ha empobrecido por tantos bandazos desaprovechados donde nos hemos visto inmersos. Se pide a gritos un cambio en las ideas, en la forma, en la organización, es decir, un saneamiento a fondo como el que nos obligamos a hacer en nuestras casas para vivir con comodidad y orden. Quedan pocos días para darle un voto de confianza al cambio. No es quitar a unos para poner a otros, es exigir a los que resulten elegidos que gobiernen pensando que todos tenemos derecho a vivir; es un derecho humano y constitucional, y no sólo restrictivo para el partido ganador como lo que hemos visto durante estos últimos años.