Al Obispo de San Sebastián le han echado los perros por hacer una mala comparación -dicen- entre la maltrecha moral de su rebaño y el horror de Haití. El caso es que Cristo también salió por semejantes peteneras cuando le dijeron que la torre de Siloé, al desplomarse, había sepultado a un montón de gente. Y a vosotros, si no cambiáis -vino a decir- os va a pasar lo mismo. Naturalmente estaba hablando de esa otra «muerte» espiritual que está más a la mano el evitar.
Aquí llevamos treinta años esperando que los curas vascos no miren para otro lado ante los crímenes de ETA, y ahora que este Obispo católico (= universalista) pone al nacionalismo cerril ante su vergonzoso rostro (la más cateta de las idolatrías, en el nombre de la cual se mata) no recibe más que incomprensión. ¿Quién lo entiende?
Algo cambió en la actitud ante el terror cuando ETA mató a «uno de los nuestros» (es decir, vasco); pero a Munilla no se le perdona que vea en cada feto abortado a uno de los nuestros (es decir, humano). Así que, si no le da la gana de lavarle la cara al terrorismo, por la misma regla de tres le mete mano a ese otro contradiós que es el aborto. Le llaman ultraconservador porque se niega a retorcer argumentos y guardar equidistancias entre verdugos y víctimas, que es la práctica habitual de los que justifican el terrorismo o banalizan el aborto. Tendría que ser tonto para no ver lo de Haití como una inmensa desgracia, pero no está ciego ni mudo para ver y decir cómo está el patio.