Hay conceptos pictóricos como los de Sorolla que son evidentes en sus óleos: mar, niños, y el sol. Luz y blanca espuma llenas de alegría y agua y todo ello rodeado de un azul extenso.
Así, de este modo de este caminar de color, sueños y gestas, surge otro nombre imbatible en el que habitan la felicidad y el dolor, no sabemos si equitativamente, lo que conocemos es que Rafael Nadal posee unas fortalezas cultivadas a través del trabajo en su espacio de hierba verde, tierra batida rojiza o de ligero asfalto que a veces es azul, blandiendo en su mano izquierda una raqueta con un encordado diáfano que marca ritmos que solo él interpreta.
Martín Seligman, el padre de la psicología positiva enumeró las bases de esa fortaleza de espíritu: perspectiva, creatividad, valentía, persistencia, autocontrol, humildad. Fáciles de leer, fáciles de entender, difíciles de practicar. Entrenamiento diario. Que Nadal es un líder nato ya lo sabemos. Sabe que cada gesto palabra, lágrima o risa será captada por el mundo que está frente a él. Ejercicio diario de cuerpo y mente. No dar una bola por perdida ni ganada.
La remontada de Melbourne tiene muchas preguntas en su paleta de color. Observen, recuerden la cara del ruso Daniil Medvedev, porque se lo cuestionaba todo sobre el balear. ¿Cómo este hombre tras seis meses de inactividad, un pie con la enfermedad de Mullës y la covid me está ganado? Posiblemente esta cuestión nos la hicimos todos.
“Un final de hercúleas proporciones” dijo en redes Rod Laves del que toma nombre la pista australiana en la que se jugaba esta final histórica y para el que no lo sepa diremos que Rod está considerado uno de los mejores jugadores de tenis de la historia, ahora tiene 83 años.
A Nadal podemos llamarlo coloso, fuera de serie, extraordinario, pero lo cierto es que todo estos calificativos se le quedan cortos. ¡Enhorabuena maestro!