Los géneros femenino y masculino, principalmente, no son iguales, ni lo serán ciertamente en muchos lustros. Difícil tema el que hoy a falta de otros deportivos les quiero dejar en letras, con el objetivo de transmitirles mi forma de verlo y con ello completar el espacio aquí asignado.
La propia sociedad en que vivimos hoy inmersos, se encarga a diario de alentar y alimentar, unas diferencias que, en determinadas ocasiones no me gustaría que existiesen, sin en cambio en otras…¡Benditas lo sean! Y que así sigan. Esto sí les ruego, absténgase de seguir en la lectura, aquellas personas con especial sensibilidad al tema.
Si nos atenemos a nuestro comportamiento social, ahora que estamos en unas fechas de específicas temperaturas, (ni siquiera las altas temperaturas nos afectan por igual a los géneros), en estas fechas les digo, en que algunos actos sociales crecen por su especial contenido, merced al cual dos personas de distinto género deciden unir sus vidas… mencionarles ha, que en éstos actos, quedan muy patentes algunas desigualdades muy notables a simple vista, son tan grandes las asimetrías como lo es en igual medida, la no voluntad del subsanado de ellas.
Algunas personas, nos llamará poderosamente la atención, el hábito de ponerse prendas de vestir muy refrigeradas, ni un mínimo reproche a lo que tan atractivamente y con tan bonito lucimiento, hacen gala de ello. Es más, nosotros solemos recibirles con muy buen contento, y valla mi reiteración y agradecimiento por ello, a Ellas.
Otras personas, (ahí me veo incluido), habrán de ponerse por ende, prendas mucho más cerradas. Incluso, fíjense, hasta el más mínimo espacio que pudiere quedar entre cuello y camisa, (abotonada por supuesto) hay que cerrarlo con el grotesco nudo corredizo, sí, ese que tan mal se les da el confeccionarlo a muchos de los que, ni mili hicieron. Ah… y la chaqueta, ¡Puesta!. ¿Pantalón?, sí, largo. Que no se yo porque aunque fuese una prenda de esas a cuadros grana y rayas azules, sí, sí, que yo los he visto y en ocasiones muy de galas, podríamos usar.
A este esfuerzo, al aguante que hemos de observar sin que, de nuestra boca salga palabra alguna de queja, a todo ese sacrificio se le llama caballerosidad. Y claro, esta muy bien vista la vestimenta que a ello nos obliga. No somos iguales.
En contraste a todo ello, otras veces, en ocasiones menos “oficiales” en el día a día, a estas mismas personas que se les exigió, durante el acto social, una vestimenta tan cerrada, se les permite inclusive estando sentados en terraza, calle o acerado a modo vecinal, el mantener el torso completamente desnudo, lo que se llama a pelo en pecho. Contrariamente a las otras personas que sin pelo, pero con pecho, a las cuales se les permitieron alegres recortes en sus ataviares y que será ahora, la ocasión en que no se les permitirá bajo ningún concepto, lucir la desnudez que la otra persona si puede.
Mismamente esos mismos adornos y arreglos que tanta diferencia marcan en relación a nuestras manos, en el extremo final de los dedos, aunque algo si que está llegando en lo referente a los adornos colocados en los lóbulos del oído. Ahí hemos avanzado.
Pero lustros habrán de pasar, pienso yo, antes de que podamos ver la igualdad de género, aquella, en que una persona, independientemente de lo que diga su DNI o su ADN, de la cintura para abajo. Pueda lucir unas y otras prendas de vestir, o ninguna, sin ser tachada de pertenecer ni a un género, ni al otro, y ni tan siquiera a los otros, géneros