Yo estaba muy tranquilo siendo un profesor de universidad de mediana edad (esto quiere decir que aún no he cumplido los 50) estaba llevando una vida de libro, apacible, entre bibliotecas, clases, alumnos y un grupo de amigos con los que me relaciono, dentro de lo posible, teniendo en cuenta la época de virus que estamos viviendo. Por cierto ¿me ha vacunado el escritor? No sé. Cuando a uno lo eligen como protagonista de una novela pretende vivirla, sin complicaciones, vamos que te escriban un guión facilito. Pero no, este escritor me quiere complicar la vida, me quiere resetear la mente.
Dormía yo plácidamente en el limbo de los personajes inventados. Soñaba con un jardín idílico que emanaba olores de todas las mezclas posibles de flores y plantas. A veces era un césped recién cortado y otras fresias puestas en jarrones de cristal que,al volcarse, creaban un río de aromas plenos que a veces sentía con demasiada intensidad. Y desperté, bueno me despertó el novelista y entonces ya no olía a nada. No sé porque.
La cuestiónes que en esta trama de la nueva novela, el escritor quiere convertirme en un espía que viene a ser como un cotilla de padre y señor mío además de un superhéroe. Me niego, pero ¿de qué me sirve negarme a mí que soy un personaje de ficción? Lo mejor es adaptarse a las nuevas circunstancias, para eso tengo un master en psicología positiva aunque nadie lo sepa.
Me quiere infiltrar en la cúpula de partidos políticos, aún no ha elegido cual, para que les cotillee a todo el mundo algo sobre aburridas escenas de mítines, de elecciones, de mascarillas sí o no, de número de parados, de cambios en la reforma laboral, el salario mínimo, de fondos europeos… Pero no conforme con ese capítulo me va a meter en el siguiente en un conflicto en Ucrania. Me lo estoy oliendo. Desconcertado estoy, yo que solo quiero ser de papel y tinta.