Es lo que se vislumbra en el horizonte. Las cuentas no salen. El baile de números positivos y negativos ha perdido el compás y la deuda pública crece como la espuma sin control de nadie. Esto es lo que sabemos quienes apenas entendemos de economía, fuera de la que manejamos en el campo doméstico. Pero sí que tenemos el suficiente uso de razón para saber que lo mismo que nos ocurre en el plano familiar se traslada a todas las esferas de la sociedad. Nos estamos haciendo más pobres. Nuestro dinero ha perdido valor y callamos. Borregos mascuyando entre dientes por el desorbitado aumento de los precios. Carros de compra atiborrados de productos de menor calidad. Alimentaciones muy uniformes donde lo prohibitivo: pescados, fruta y verdura están excluidos.
Pero mientras tanto, nuestros políticos, nuestros economistas, con independencia del medio de comunicación y tendencia al que muestra su fidelidad, tampoco aclaran gran cosa. Lanzan alguna idea que pueden ser interesante llevarla a la práctica. Pero se pierden corrigiéndose unos a otros y, en lugar de despejar, acrecientan dudas por si les perecía poco las que ya existen. ¿De qué pasta estamos hechos? ¿ Cómo es que no salimos a la calle a reivindicar lo que por derecho nos corresponde?¿Hasta cuando vamos a consentir que gente, de nuestro alrededor, trabajando todos los días, tenga que andar recorriendo todas las asistencias sociales de la ciudad para poder medio vivir?
A base de limosnas, regateos en los precios del combustible, arañando algunos euros a la declaración de renta, da la impresión que lejos de ser una de las cuatro o cinco primeras economías de Europa, parece que hemos bajado en el escalafón y andamos más cerca de asemejarnos a la de algún país africano. ¿Será por ese motivo por el que nuestro Presidente quiere que seamos tan amigos de los marroquíes? Al fin y al cabo son los que tenemos por vecinos. Si miramos hacia el norte, Francia no seduce. Anoche presencié un rato, el debate de Macrón Y Le Pen, difícil papeleta tendría en mis manos para votar a alguno de los dos. Puede que enamoren a sus respectivas parejas pero dudo que lo consiguieran con su electorado.
Nos está abocando a vivir sin ilusiones, obligándonos a ser duros con las emociones. Como la guerra es todos los días ya ha perdido interés. Nos manejan como a parvulitos, saben que vamos a seguir callados y aguantándo lo que nos echen. Nuestra pasividad es el triunfo de nuestros dirigentes.