Sumado a los dos últimos años de pandemia estas tres semanas del año 2022 han vuelto a poner sobre el tapete que estos momentos de negacionismo e irracionalidad de numerosos personajes del mundo de la farándula, el deporte y la política, observamos posturas inauditas. Llamativa como ella sola la del tenista Djokovic que endiosado por su buen juego y el empuje de sus fans parece situarse por encima del bien y del mal o, lo que es lo mismo, muy por encima de la mayor acepción del vocablo soberbia.
Lo ocurrido en Australia es un magnífico ejemplo de cuanto decimos que acaba convirtiéndose en un conflicto diplomático de carácter internacional. Novak Djokovic, considerado el mejor tenista del mundo, no puede situarse por encima del bien y del mal. Bajo el abrigo de su fama, por algunos revestido como líder de opinión, ha tratado por todos los medios de ganarse cualquier trato de favor. Sin embargo, el resto de los mortales, los que venimos siguiendo sin descanso las pautas de actuación establecidas para controlar o minimizar los efectos de la pandemia con conocimiento de causa debemos estar felices y satisfechos con la aplicación de la norma sin discriminación alguna.
La decisión del Tribunal Federal de Australia de expulsar del país al tenista serbio Djokovic es una victoria para los mortales con sentido común, para Australia y para el mundo entero. Así, de igual forma que consideramos al tenista serbio como el número 1 del mundo, debemos considerarlo como uno más en el cumplimiento de las normas y leyes que establecen los países. Y ahí, en ese ámbito él creyó no solo saber sino estar por encima de ellas. Se equivocó para alegría de toda mujer y hombre con sentido común. Djokovic mintió una y otra vez a las autoridades australianas y no sólo debía haber sido expulsado sino recibir una severa medida de castigo y corrección para ejemplo de todos aquellos que contra viento y marea y, por supuesto, mascarilla en mano y pegada a la cara llevan enfrentándose al virus desde hace ya más de dos años.
En pleno siglo XXI desgraciadamente los favores y las indulgencias plenarias de las que disfrutan algunos se esconden en las actuaciones de políticos, sean del color que sean, que permiten para no perder el control del poder actuaciones perversas aceptando a determinados personajes por tener cierta proyección social y política. Felicidades a Australia.