Soy feliz, me dio por poner el otro día en Facebook. Y se ve que a la gente en general les vino bien ”oír” esto, leerlo, captarlo. Era de noche, y cerré mi ordenador con él pensamiento en cuestión, después de haber organizado con mis personajes, que tienen autor pero no ven el final de sus peripecias, un zafarrancho aventurero en tierras desconocidas.
Los sonidos de la noche que llegan hasta mí, a esas horas las dos de la madrugada más o menos, son el silencio y unos coches que circulan de vez en cuando camino de alguna parte. ¡Ah! también pasa el camión de la basura por la avenida. Un sonido familiar, aunque os parezca extraño.
Ahora no es tan tarde, acabo de hacer aerobic, estiramientos, una mezcla de yoga-pilates y en medio de ellos enmascaro los ejercicios para mi escoliosis, con la que convivo desde que tuve a mis hijas, bueno en realidad es más de lo mismo, pues son abdominales y dorsales que refuerzan y sostienen mi columna vertebral. Fuerza de voluntad, dicen mis amigos y yo les contesto que tal vez sí, mi traumatólogo les da la razón y yo sigo, pues si los dejo la espalda me mata. No suelo hablar mucho de mí, puedo hablar horas y no decir nada que sea personal. Soy celosa de mi intimidad y sentimientos. Pero es que hoy, hoy no me apetecía hablar de la situación del país inmerso en una corrupción, que necesita más papeles que el archivo de Indias.
Ahora agradezco a la vida que me haya dado la oportunidad de ser un guerrero de la luz. Y la culpa la tiene Paulo Coelho. Me ha enseñado a tener esa voluntad férrea que yo amplio y entreno, ayudada por otros ingredientes fantásticos como son mis hijas y mi marido.
Me voy a tapear con unos amigos. ¡Estupendo! ¿No creen?
Cuando vuelva seguiré escribiendo y oyendo las cadencias nocturnas en medio de gotas de lluvia que no vienen mal a mi espíritu.
