Hace unos meses tuve la oportunidad de estar por última vez en Roma con Javier Echevarría, prelado del Opus Dei, con motivo de la ordenación sacerdotal de uno de mis hijos. Tengo que adelantar que soy consciente de lo “extraordinario” de mi situación familiar. Dios quiso que mi marido, también del Opus Dei, nos dejara hace casi treinta años para continuar con su labor en el Cielo.
Durante estos años, seis de mis siete hijos , también del Opus Dei, han desarrollado su labor profesional y apostólica en diferentes países y ciudades del mundo (EE UU, Italia, Israel…) Durante aquel encuentro con el obispo prelado del Opus Dei tuve la oportunidad de hacerle partícipe del agradecimiento que tenía a Dios por haberme permitido ver cómo a través de la entrega generosa de mis hijos el mensaje de Cristo llegaba a todos los rincones del mundo y a todas las “periferias existenciales”.
Con un gesto simbólico quise regalarle siete burritos para que se los hiciera llegar a los directores y directoras del Opus Dei de los últimos países donde se está empezando a desarrollar su labor de apostolado (Rusia, Indonesia, Corea, Sri Lanka, Rumanía, Letonia).
El burro es ese animal de carga que callado y constante da vueltas a la noria para moler el buen trigo. A san Josemaría y a don Javier Echevarría les gustaba usar a ese animal como imagen gráfica de cómo tenia que ser nuestra vida de entrega.
Desde ahora Javier Echevarría nos ayuda con sus vueltas de noria desde el Cielo. Acudamos a él como intercesor para ser mejores y ayudar a los que Dios nos pone cerca.