¿Qué tienen en común estas dos palabras? En principio habrá de parecernos que muy poco, pero les explico.
Pájara, además de ave pequeña, mujer astuta, sagaz y cautelosa, hembra de la perdiz… es, en ciclismo básicamente, bajón físico súbito que impide al corredor mantener el ritmo de la carrera.
Si buscamos pavesa en el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española, éste nos dice: partecilla ligera que salta de una materia inflamada y acaba por convertirse en ceniza. En lo referente a… estar alguien hecho una pavesa, significaría estar muy extenuado y débil.
La temida, por todo buen amante del ciclismo, pájara, no excluye de sus aletazos ni a los más expertos ciclistas. ¿Qué son treinta años montando en bicicleta? Tiempo más que suficiente para aprender a prevenir una inoportuna pájara. Pues no. Y me lo dice la propia experiencia.
Ciclistas del Antequera Golf-La Magdalena, junto con algunos amigos más, nos disponíamos en estos días festivos pasados a pedalear una cantidad cercana al centenar de kilómetros que nos habrían de llevar a cruzar los parajes del Chorro y las presas de la Encantada.
Para que se produzca cualquier circunstancia no deseable sólo han de concurrir algunos incidentes no previstos y… cuando tenemos a la inoportuna pavesa flotando en el aire procedente del infortunado incendio acaecido a escasa distancia de nuestro hogar, no necesita más que un suave vientecillo y estará aterrizando en la más blanca de las prendas, que perseverantemente habrá lavado y tendido al sol, el más limpio y traslúcido ser humano empeñado en rememorar el blanco de las sábanas del su preciado hogar, marcándole un precioso lamparón negro. O tal vez, quemándonos la mejor de nuestra vestimenta o marcándonos el mejor de nuestros sombreros o boinas.
Con respecto al recorrido pedaleado por los parajes del Chorro, dos plátanos y cuatro piezas de crujiente y deliciosa pasta de almendras denominada comercialmente rosegones, componían el menú de bolsillo. ¡Exiguas fueron las resultas de su deglución! ¡Otras veces había sido más que suficiente! Quizá la cena del día anterior no contó con los suficientes hidratos de carbono; tal vez la reparación a la que estoy sometiendo un par de molares y que me está afectando en la cantidad y disfrute del menú… Algún gasto extra que pudo producirse en las horas previas a la conciliación del sueño.
A escasos diez kilómetros de Antequera, la pájara se «asentó» pomposa y rimbombante a lo largo de toda la masa muscular que discurría desde mi casco hasta las mis zapatillas. ¡Como una pavesa! ¡Extenuado, débil y frágil!
Dos azucarillos con agua. Un buen vaso de zumo de naranja con más azucarillos y algo de descanso permitieron que pudiese pedalear los escasos kilómetros que van desde el Hotel La Magdalena a través del Camino de las Arquillas hasta casita. El almuerzo y la correspondiente siesta cobijada en seductora lectura, propiciaron la total recuperación.