viernes 22 noviembre 2024
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“Para nuestro Juan”

Dedicado a  Juan Martínez Ortega

 

Querido Ángel, ésta ha sido una semana muy triste, y sentía la necesidad de dirigirte esta carta, esperando  como siempre tu consuelo y apoyo. Primero nos enteramos de que ese pequeño, Julen, que ya era algo nuestro, y del que esperábamos que a pesar del tiempo transcurrido y contra  toda probabilidad, aún siguiera vivo.

 

Desgraciadamente no pudo ser, a pesar de esas maravillosas y entregadas 300 personas, entre voluntarios, psicólogos, ingenieros, miembros de Protección Civil, Policía, Local, Guardia Civil, y esos desinteresados y abnegados ocho hombres de salvamento minero, que durante trece días dejaron su vida aparcada para intentar salvar la de Julen. 

 

Descanse en Paz.Pues bien, mi tristeza y la de un montón de personas se acentúo en la madrugada del martes, cuando discretamente y sin hacer  ruido  nos dejó, Juan Martínez  Ortega. De pronto, sin avisar, sin preparar a los familiares y amigos, y sin darnos un libro de instrucciones de cómo actuar cuando se va alguien tan querido, como nos pasó contigo, Ángel.

 

Juan pasó por esta vida, como deberíamos pasar todos, haciendo el Bien y ayudando a todos los que necesitaban de su ayuda y de  amplios conocimientos artísticos y técnicos, adquiridos por su genialidad, de forma autodidacta, habiendo aplicado su sabiduría en los  trabajos que desempeñó por toda España de más joven, y principalmente en Málaga, en Mosa y ya en Antequera, en David Morán. 

 

A veces pienso que Juan debería haber nacido en el Renacimiento, era un artista completo, un bohemio, desde pintor de cuadros, constructor, inventor de juguetes y diseñador de interiores, pero su labor para mí más brillante, y la que yo más le agradezco ha sido haberle hecho con todas su fuerzas e inventiva, la vida más cómoda, fácil y mucho más agradable a mi sobrina Lidia: adornando su dormitorio, adecuando sus sillas y adaptando todos los  accesorios de la casa.

 

Pero sobre todo queriéndola a ella, a Iván su  hermano y primos Jorge y Blanca como si fueran sus nietos.Como hombre del Renacimiento era apasionado, con sus amigos, sus hermanos, que ya sólo le vivía uno, y sus cuñados, los que me tocan más de cerca, Carmela y Fermín, que le lloran como a un hermano, mi cuñado Juan Fermín y su hermano Raúl, que le han querido como a un segundo padre, y lo más grande, su mujer, Pepita, mi querida Pepita, su hija Pili  y su yerno Antonio, junto con el culmen de su vida, su adorada nieta Claudia.

 

En resumen así era, es y será Juan, un hombre bueno y bondadoso que siempre estuvo en segundo plano, sin interés alguno en tener protagonismo, pero el primero en trabajar y ayudar a los que lo necesitaban, y Amando a su Familia hasta el final.

Cuánta razón tienes, María Jesús, hermana. Además, sabes el cariño tan grande que él te tenía, y que ahora perpetúa su querida Pepa de su alma,  por haberles ayudado a tener en Antequera lo que más querían en este mundo.  Verdades como puños lo que dices sobre él. Yo, como mamá de Lidia e Iván y tita de Blanca y Jorge, te aseguro que “El Tito” como todos le llamábamos ha sido una persona excepcional. Ingeniero sin títulos, pintor artístico, mago del reciclaje y técnico en reparación de máquinas imposibles de arreglar hasta que caían en sus manos. 

 

Lo transformaba todo en pura maestría. Le ha dado mil vueltas a todos los ortopedas que hayan pasado o vayan a pasar por la  vida de Lidia, por quién se desvivía bajo la estricta supervisión de la Tita Pepa, siempre con su retintín: “Que se lo hagas muy bien hecho”. (Que no hacía falta que se lo dijeras, queridísima Pepa. Él ponía el alma en todo lo que hacía, lo hizo hasta el final). Ha vivido nuestro Juan 83 años en los que ha hecho gala de ser un trabajador incansable, sin pereza, haciendo alarde de una creatividad desbordante y un buen saber hacer del que la mayor parte de la familia, por no decir todos, nos hemos beneficiado.

 

Pero de lo que más, de su cariño incondicional, su alegría por lo bueno y su preocupación por lo malo. He tenido el honor y la suerte de conocerle  durante 25 años, eso que me llevo, y queriéndole cada día más y sé que él a mi, como a una sobrina más.Si… han sido muchos años de vida, pero nosotros queríamos más. Hay personas que hacen que su paso por la vida parezca efímero, aunque las cifras digan otra cosa. Para los muchos que le conocíamos y que hemos tenido la suerte de quererle, deja un hueco muy grande.

 

Quedan su Pepa, su queridísima Pepa, (su amor de toda la vida y mujer buena y cariñosa a quien adoro), Pili, una hija valiente y su única nieta Claudia, que seguro le dedicará a “su Juan” todos los éxitos profesionales que le deparan su talento y un gran esfuerzo en sus estudios. Ellas y su yerno Antonio se van a ocupar muy bien de ella, de que esté lo mejor posible.

 

Está en buenas manos y si necesitan ayuda, aquí estamos todos los de la familia y muchos que les quieren, para lo que les haga falta. Nuestro Juan en estos últimos meses, se ha enfrentado con valentía y esperanza a una enfermedad de ésas que duele escuchar y quiero buscarle explicación a lo que ha pasado. El abuelo Pavón (Vamos, “Agüelo”), que llevaba ya 22 años en el cielo, ha visto que la cosa se ponía fea y ni corto ni perezoso, ha alargado su bastón y se lo ha llevado con él, para que lo malo acabara. Él era sabio y ellos dos se querían muchísimo. Consolémonos pensando que ha sido lo mejor para él y que “por allí arriba” había algunos arreglos pendientes que ya no podían postergarse. 

 

Seguramente las lágrimas irán cediendo para cimentar otra etapa, en la que se afianzarán los recuerdos dulces, bonitos, agradables y la certeza del privilegio que ha sido para mí el haber conocido a una persona maravillosa sin más ambición que hacer el bien a su familia, que es la mejor patente que se puede dejar en la vida. Yo tengo muchas fotos preciosas en las que aparece contento y yo acudiré a ellas cuando me haga falta.

 

Lo único que se le puede recriminar a nuestro Juan es que, con  las prisas, se ha dejado algún trabajillo pendiente para Blanca, la pequeñina de la familia. ¿Ahora qué pasa con su silla, Juan? ¿Quién se la pintará tan bonita como sólo tú lo habrías hecho?Gracias por haber sido tan bueno y por haber dejado tantas huellas valiosísimas e indelebles de tu paso por mi casa, por Antequera y por gran parte de España. Genios como tú ya no hay, queridísimo Juan. Todos te queremos muchísimo y te tendremos por siempre muy dentro del corazón. 

MARÍA JESÚS Y COQUI RODRÍGUEZ

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