domingo 24 noviembre 2024
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Pedradas blancas

Por si la falta de buenas noticias no viniera siendo la nota predominante en cualquiera de los informativos que acompañan nuestro día a día, llega septiembre y nos presenta sus credenciales a pedradas. Otro desastre más que sumar en el debe de una contabilidad donde las pérdidas superan nuevamente a las ganancias y así hemos visto además imágenes de nuestro país con campos destrozados, coches que navegan o edificios seriamente dañados por un agua dolida con nuestras costumbres.

Como si de la séptima plaga que asoló Egipto se tratara, reflejada por el antiguo testamento en el libro del Éxodo y por la propia Torá hebrea, el cielo antequerano vino a decir que en el día uno del noveno mes, lo de la siesta estival había que olvidarlo para presenciar en directo una dilatada granizada como pocos recordaban. Era imaginable, las redes empezaron a demostrar su parte menos mala que es la de la información de un hecho con prontitud y veracidad. Escribía Galeano que los únicos árboles que recibían pedradas eran los que daban fruto, pero en esta ocasión ni eso pues las imágenes de ramas y hojas caídas que se han visto del Paseo Real eran desconcertantes.

Parece evidente la necesidad que ya se tiene de percibir cómo las buenas noticias van superando a los hechos con mal desenlace y que son los que hoy pueblan los medios con independencia del canal utilizado. Se necesitan como agua de mayo y no como blancas pedradas de septiembre, tan dañinas. “Aguas pampaneras, lentas y caladeras”, al decir de nuestros mayores en Antequera. Es curioso lo del término “pampanera”, ya que no parece existir en el diccionario y sí que lo está en nuestro vocabulario local.

En este punto de recordar, siempre me lamento por no haber podido grabar o escribir las canciones y expresiones de aquellas mujeres que acudían al centro de adultos de Antequera, hoy Ceper, para las clases de alfabetización, allá por la década de los ochenta y noventa del pasado siglo. Su sabiduría de la vida confirmaba que en esto de aprender, el alumno siempre era el que les enseñaba a hilvanar letras. 

Ojalá septiembre y sus hermanos venideros deseen resarcirse de sus cuantiosos daños y nos traigan las aguas pampaneras que nuestro Torcal y nuestros campos tanto necesitan.

Más información edición digital www.elsoldeantequera.com y de papel.
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