Hoy, día mundial de los docentes, llega un correo en que una madre malagueña (Laura Moreno de Lara) se dirige a su hijo diciéndole qué es –y, qué no es– ser español: Todo un programa de educación cívica que suscribo en buena parte. No sé si es docente; pero hace la pedagogía que hará falta en cantidad… en cuanto “la cosa” se enfríe algo. Porque a la cruda realidad golpista habrá de dársele respuesta –a partes iguales– con el peso de la ley y el realismo de “la pela” (poderoso caballero).
El romanticismo político es un puñetero síndrome de abstinencia, análogo al que sintió Zorrilla cuando evocaba los tiempos aquellos de la media luna, antes de que Castilla (“La Cruz”), se diera –según él– con tanta vida: “…mas pesa en nuestro espíritu, no cede a reflexión, y con nosotros puede” dice de su propio ensueño. A su pesar. Ese es el tema: Que la melancolía victimista (sentir los pensamientos), tiene una larguísima resaca. De modo que esto va para largo y no hay que insistir demasiado en cómo debe el otro sentirse o no: es más fácil fabricar talibanes en serie –endogamia sentimental– que obligarles a ceder “a reflexión”, pitándoles, como al pobre Piqué. Es una catetada.
Por aquí tenemos que pasar todos: La ley con el mazo dando; los demás, reflexionando. Este es un país plural con diversas lenguas, paisajes y, paisanajes: Son su riqueza. Si aún no podemos concebir, entre todos, un “sugestivo proyecto de vida en común”, no rompamos, al menos, el equilibrio. Por eso, cada vez que alguien “de por ahí” se va de Antequera, encantado de la vida, se hace algo por la unidad. Acabo de ver la foto de un joven antequerano, solista en La Ópera de Oslo ¿Es como para mirarnos el ombligo? No, faltaría más; pero, así va haciéndose país. Pura pedagogía, “pa” que otros aprendan que, ni lo suyo es el centro del universo, ni éste es el culo del mundo.
