jueves 21 noviembre 2024
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Pensar los sentimientos (y 2)

El melón (“¿Cómo lo ves?”), de Carlos Herrera  se abrió con esta pregunta: “¿Qué emoción experimentas al ver la bandera española?” Pero ¡Por favor, con la que está cayendo! ¿No ves que esto no va tanto de “sentir”, sino de saberse español (F. Sabater), asumiendo un nivel de desgarro impensable para los nacionales de otros países? “España me duele”, decía Unamuno. Y, ahora mismo, Elvira Roca repite con su particular estilo: ser español “… cuesta un trabajo horroroso”, que tiene que ver con el hecho de que España, más que nación, es una vocación que exige, entre otras cosas, mucho compromiso, menos visceralidad y más estudio de su historia. 
 
 Abandoné a C. Herrera por una película de Isabel Coixet (en “La 2”). Ella, que es y se siente catalana (como Albert Boadella, Arcadi Espada, Borrell y tantos otros), está muy lejos de someterse a la ortodoxia exigida por la pseudo-religión nacionalista. Ésta es una perversión que va desde el narcisismo identitario, más bien racista, hasta el fanatismo idolátrico (ETA), que justificó los sacrificios humanos ante el altar de la patria (¿qué fue si no, la muerte de Miguel Ángel Blanco?).  
 
  Pregunta una joven navarra: ¿Cómo es que Andalucía, teniendo talla para hacerlo, no se afirma como nación? No pudo entender la pobre que eso está de más; porque, de Santander a Sanlúcar –salvo paisaje y acentos– todo es tu casa. Como todo es tu casa en el Camino de Santiago (ahora celebramos aquí un congreso): ¿Habrá alegría mayor que gozar en paz de lo diverso? Ese lujo es la libertad del peregrino: Si en soledad siente sus pensamientos; al convivir, piensa sus sentimientos. Y los relativizas, claro está.
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