El que suscribe vivió un tiempo pared por medio con el Colegio de Sordomudos de Málaga y tuvo ocasión de admirar en aquellos recreos la viveza de una comunicación en el más completo silencio.
Hoy se entera uno de cómo en su lengua se dice “dolmen” ¿Cómo dirán casa? ¿Señalarán con las manos un tejado a dos aguas? Ni idea. Tampoco sabe uno cómo surge una lengua de signos ni su alcance internacional. Lo que sí sabe uno es que en el resto de las lenguas la relación entre significante y significado es convencional. Ni el término casa, ni dolmen, tienen por qué guardar parecido alguno con lo que significan. Basta con que los hablantes sepan en qué estamos pensando cuando enunciamos esos sonidos.
Todo esto para decir que lo que impresiona del signo “dolmen” en el lenguaje de los sordomudos es la limpia adecuación del gesto de las manos con lo que éste significa. Un dolmen es exactamente lo que estos hablantes se traen entre manos (nunca mejor dicho) cuando su puño derecho sostiene la palma de la mano izquierda.
Espléndida la perfecta economía del gesto para expresar la esencia de lo arquitectónico: creación de espacio mediante un elemento vertical de sostén y una cubierta horizontal de protección. Enhorabuena a los que han elegido ese logo para la campaña de promoción.
En la portada del número anterior era de admirar la perfección con la que algunos realizan el gesto “dolmen”, como nuestro alcalde y Bartolomé Ruiz (a José Luis R. Espejo se le vuelca un poco la cubierta). Y uno se pregunta: si tan interiorizado tienen el signo ¿no podría pasárseles por la cabeza la idea de construir una réplica exacta de nuestro monumento y alojarla en… el Palacio de Ferias? Ya que sabemos cómo piensa “dolmen” un sordomudo, no estaríamos más que dándoles la razón si pusiéramos a la vista la potencia de la… piedra sobre piedra. Mega-litos: piedras grandes ¡Y tanto! Aún siendo artificial, cabría hacerse una idea. Y un pelotazo turístico.
