“Comprendo el vasto corazón de los héroes” (Whitman).
La tarde cálida, soleada un tanto calurosa, pasaba rápida estación tras estación. El metro corría veloz por la entrañas de la ciudad. La voz metálica pero precisa anunciaba las paradas que han de llegar, el punto exacto en donde descenderás del invento de Charles Pearson, el hombre inglés que vio, sintió la llamada, la inspiración de los espacios subterráneos de Londres.
Llegar con tiempo a los lugares donde has sido convocada es una ventaja, te permite observar, disfrutar del entorno sin que el tiempo te apremie. Murallas de Alcazaba, Y ese horizonte tan limpio sobre el mar. Ruego que no levanten la torre tipo Kuwait que se proyecta, bueno que proyectan unos pocos, rompería esta magnífica panorámica de la ciudad de Málaga. Las poesías que voy a leer emergen curiosas de mi bolso y a la vez del libro en las que cuidadosamente las he plegado. Ningún verso roto, ninguna rima ajada, estrofas en libertad, toda la fuerza de la poesía deseando salir y ser descubierta por los oyentes deseosos de actos culturales.
En la otra punta de la ciudad, sobre un verde azulado, pintado, diseñado especialmente para disputar la Copa Davis, se disfrutaba a lo grande con los grandes jugadores. Las gradas a tope, los aplausos estremeciendo de derecha a izquierda el Martín Carpena. La primera Ensaladera de Canadá y un Féliz Auger–Aliassimi en estado de gracia. Eché en falta a mi o querido Nadal. Por cierto los espectadores de lujo de este evento han sido todos los que estaban allí, no solo Djokovic.
Casi simultáneamente 16 ángeles celestiales alumbraban de forma mágica y casi atemporal la calle Larios. Villancicos, Campana sobre campana, gente, más gente, y móviles intentando captar el momento único de la inauguración. Alegría a raudales. Pero los poemas ganaron un espacio único en estas horas extraordinarias que se preveían simultáneas pero no opuestas y las composiciones llenaron con su musicalidad la sala. Días intensos.