La teología miró siempre con desconfianza la poesía y entendió a duras penas su lugar en la Escritura. Sin embargo: “Es prueba que convence el haber usado Dios de ella en muchas partes de sus sagrados libros”, dice Fray Luis de León. Lo que equivale a decir: por algo será. Habría que añadir que, llegado a un punto, lo que no puede ser dicho (pues la prosa se acaba quedando corta), ha de ser cantado. Veamos una muestra (Prv.8, 22-31):
Antes de los tiempos fui formada,
antes de que la tierra existiera.
Antes de los abismos fui engendrada,
antes de los manantiales de las aguas.
Aún no estaban aplomados los montes,
antes de las montañas fui engendrada.
No había hecho aún la tierra y la hierba,
ni los primeros terrones del orbe.
Cuando colocaba los cielos, allí estaba yo;
cuando trazaba la bóveda sobre la faz del abismo.
Cuando sujetaba las nubes en la altura, y fijaba las fuentes abismales,
cuando ponía un límite al mar y cimientos a la tierra.
Yo estaba junto a él como arquitecto
y día tras día lo alegraba.
Todo el tiempo jugaba en su presencia:
jugaba con la bola del mundo.
¿Habrá canto más hermoso a la Sabiduría creadora y, de paso, a la belleza creada? Habrán de pasar muchos siglos antes de que uno de los nuestros diga aquello de: “Oh monte, oh fuente, oh río”.